Reclaman, en el asunto del aborto, el voto dictado por las conciencias de sus señorías los parlamentarios. Aumentan las voces de los que interpretan el voto dictado por los partidos como falta de democracia (probablemente porque los resultados no coincidan con sus deseos). Tal vez porque no aciertan a comprender que no puede pedirse un sistema de votación democrático en la cámara cuando la forma de elegir a esos diputados es menos democrática todavía.

A los que protestan y reclaman el voto de las conciencias y no el del mandato del partido hay que recordarles que, los votantes del censo electoral español, no tienen la oportunidad de votar personas y sus conciencias. Que nuestro sistema no es el de listas abiertas. Que no se vota a individuos que inspiren confianza y actúen según les dicte su moral. Ciudadanos que hayan convencido al resto de personas de que su forma de interpretar e intentar cambiar la realidad coincide con ellos, los cuales le otorgarían su papeleta y les podrían pedir responsabilidades después. Aquí se vota partidos. Partidos con un programa. Un programa que es el que supuestamente convence a los votantes, que por eso alzan a ese partido al poder. Lo que no es de recibo es que luego, y debido a que sus afiliados parlamentarios tengan una conciencia diferente, no se siga la disciplina de partido y voten lo que les dé la gana, pudiendo sacar adelante leyes que no coincidan con el programa que los ciudadanos votaron. Si sus señorías no están de acuerdo con lo que su partido piensa y ofreció anteriormente a sus votantes pues que lo abandonen y se vayan a otro o creen uno nuevo. Si el asunto en cuestión fuera nuevo y no se hubiera dicho nada en el programa, entonces igual tendrían que esperar a otra legislatura, o si fuera urgente, intentar consultar con su electorado de alguna manera (que las nuevas técnicas lo permiten), y no arrogarse el decidir ellos, individualmente, por todos los demás.

Lo que deberían criticar los que creen en este sistema parlamentario, si quieren mejorarlo, es el hecho de que no se pueda votar personas y éstas sean elegidas por los partidos. Que las listas no sean abiertas y el ciudadano no pueda valorar a quien vota antes de hacerlo; y poder pedirle responsabilidades después. No es aceptable no decir nada ante un sistema de sufragio más que dudoso e ir a votar a un partido y su programa y luego reclamar que los individuos y sus conciencias cuenten; cuando, hasta que el resultado de la votación no les ha sido, o va a ser, desfavorable, no se han acordado de que todas las anteriores votaciones han seguido la disciplina partidista y por tanto han sido igual de poco demócratas .

Sandra Guzmán González **

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