Antes que hubiese conocido la noticia con una voz que indicaba sorpresa me dijo: ¿has oído la voz de Frida Kahlo? Al principio no reaccioné, tenía que pararme a pensar si lo había hecho o no; a veces, leemos y vemos tanto sobre personalidades que creemos saber todo de ellas, incluso me atrevería a decir creer conocerlas, así que no contesté, nunca me había parado a pensar si había escuchado su voz o no, en cambio, creía que podía reconocer su voz, en ese momento y sin que hubiese aún contestado, añadió: parece de Disney.

Sin duda alguna, ese comentario no aludía al carácter de los personajes de Disney, cualquier comparación con Frida sería casi incomprensible, salvo que se estuviese directamente relacionando con alguna historia concreta, pero no era el caso y entonces eso tampoco lo entendí. No presté más atención y continué lo que estaba haciendo.

Al recorrer la prensa digital, horas después, me encontré con la noticia, supuestamente, podría haberse encontrado una grabación en la que estaría la voz de Frida Kahlo.

Rápidamente, casi sin detenerme en los detalles del hallazgo y su veracidad, la escuché: era una voz hermosa, cálida, era una descripción realizada con alma.

El relato sobre la imagen que se proyectaba cobraba vida y emoción. Sí, entendí ese «parece de Disney», hubo una generación que vimos películas infantiles con voces similares.

Esa narración rezumaba esa íntima sensación que te sumerge en el relato más apasionante y sí, con la misma ingenuidad y sorpresa, que lo habíamos hecho entonces. Descubríamos algo nuevo. Nada tenía que ver con Disney, solo con nada más y nada menos que con la hermosura de la voz descubierta y el relato.

La voz viste al alma y la historia trasforma el hecho, podríamos haber dicho en alguna ocasión, sobre todo en estos tiempos donde se repite continuamente que el relato vence al hecho, como si fuese algo nuevo.

Desde la semana pasada el manuscrito del Cantar del Mío Cid se puede ver en exposición al público por primera vez.

Existen historias hermosas a diario, pequeños descubrimientos, instantes que construyen.

Extremadura es de nuevo la región con mayor índice de donaciones de sangre por cada 1.000 habitantes (44,27), 47.492 donaciones de sangre en 2018.

Pequeñas personalidades y protagonistas anónimas que hacen cosas muy grandes, crean, también, grandes historias.