WLw os últimos días de la política nacional se han saldado con una cura de tranquilidad para el presidente del Gobierno. Acostumbrado a vivir en la zozobra de saber que no se es valorado por la opinión pública española --que, por un lado, le achaca no haber sabido ver que la crisis se acercaba galopando con la fuerza devastadora de un huracán y, por otro, que cuando sus efectos ya eran irreversibles abrazó como un converso las soluciones de los gobiernos conservadores--, los resultados de la visita de la canciller Merkel y, días antes, la firma de un profundo acuerdo social con sindicatos y patronal sobre el sistema de pensiones le han reportado éxitos tanto en España como en la esfera internacional y le han hecho ganar puntos por la gestión.

Otra cosa es que el PSOE esté en condiciones de recuperar el tiempo, y la confianza, perdidos y pueda dar la vuelta a una situación que tiene su paralelismo en la gestión del anterior canciller de Alemania, Gerhard Schröder, quien perdió las elecciones ante Angela Merkel debido a que tuvo que tomar las medidas más impopulares, pero que resultaron ser las necesarias para enderezar la deriva de la economía germana. De aquellos esfuerzos se aprovechó la actual canciller, como de los esfuerzos de Zapatero puede aprovecharse Mariano Rajoy. Sea como sea, lo cierto es que la política de los últimos días muestran a un presidente del Gobierno sin las dudas, las debilidades, las imprecisiones que han caracterizado buena parte de su trayectoria en tiempos de crisis.