El número de atendidos por la delegación placentina del Banco de Alimentos de Cáceres ha bajado desde su creación en el 2013, pero todavía unas 3.500 personas de Plasencia y la zona norte necesitan su ayuda. Esto sucede porque «la pobreza está cronificada» y la delegada local, Loli Hernández, lo achacó ayer al «trabajo precario y temporal».

Su objetivo es prestar una ayuda que permita paliar la necesidad de alimentos y, sobre todo, «que no exista una exclusión social». Con este propósito trabajan cerca de una treintena de voluntarios, en palabras del alcalde y el reparto se hace a través de 38 entidades, como Cáritas, asociaciones o parroquias.

Reciben alimentos de fondos europeos, donaciones, centros comerciales y una subvención anual municipal de 5.500 euros. Han pedido al ayuntamiento poder ampliar su almacen y Fernando Pizarro se comprometió ayer a buscar más espacio, mientras el presidente del Banco de Cáceres, Juan Carlos Rincón, agradeció el «trabajo diario y el cariño especial» de la delegación.