El obispo ha dado una lección de humildad. No sólo tuvo el valor de dar la cara en una crisis tan delicada como la de Cáritas que le ha estallado ni a los cinco meses de llegar, pero que viene de lejos, sino que se encargó de leer un comunicado que, además, corrigió al de Cáritas para acabar diciendo, en plural, "reconocemos que se han cometido errores y no pocos fallos en la gestión de los servicios sociales, que son nuestra razón de ser. Es algo que nos duele profundamente y por eso aceptamos las críticas que nos ayuden a superarnos y mejorar".

Menuda papeleta para un recién llegado. Pero con la iglesia hemos topado, amigo Sancho y aunque también dijo a la opinión pública que no dude de que se tomarán las medidas oportunas si de este conflicto se deriva alguna responsabilidad institucional o personal, lo conveniente sería encargar una auditoría porque no olvidemos que es una institución que se nutre de fondos públicos y del cepillo y los contribuyentes y los feligreses se merecen más. Si no hay más, nada hay que temer, y mucho que ganar.

Desde luego no es buena la gestión que obliga a hipotecar los bienes de una institución socialcaritativa. El prestigio se lo gana o lo pierde quien maneja el cotarro y por encima de las personas están las instituciones. En eso empezó bien el obispo al sentar a cada lado suyo durante la comparecencia pública al director y al gerente. El resto lo tendrán que demostrar. Vamos bien si se empieza por un plan de austeridad, sobre todo en personal, porque a Cáritas no se puede ir a hacer carrera y esta frase es del propio obispo.