Ellos

Del disfrute mutuo se produce el milagro de la vida. En ocasiones queriendo, otras sin querer y, las más desafortunadas, de ningún modo. Se desprenden de ellos como si se tratase de algo banal, un fluido más de su cuerpo. Sin embargo, ese campeón, acogido a buen recaudo, es el corresponsable de dar vida, la misma que, más tarde, les robará a los que ahora le otorgan.

La mayor carga es de la madre, sin duda. Nueve meses es mucho, más el parto, el puerperio, el amamantamiento (si se da)- para unas sacrificada, para otras satisfactoria, cada cual cuenta cómo le va, claro.

Aunque sí es cierto que existimos mujeres que no desarrollamos el tan famoso instinto maternal y elegimos no serlo, o incluso casos en los que, si bien gestamos y parimos, una vez cortado el cordón umbilical, la crianza y educación de los hijos recae sobre el padre. Desfavorecido en cuanto a sus derechos por un modelo patriarcal tradicional que ha defendido una paternidad autoritaria, distante, emocionalmente no implicada y pasiva en los cuidados. Por suerte eso está cambiando y ya existen asociaciones (AHIGE) que reivindican paternidades igualitarias y basadas en la corresponsabilidad y el compromiso, por justicia y crecimiento personal.

Dado que la madre ha conseguido independizarse profesionalmente y dejar atrás el consagrado y machista sus labores , la crianza de los padres es cada vez más frecuente.

Lo peor tiene lugar cuando ser padre o madre se convierte en objeto de disputa, al producirse una separación, y la ley les obliga a no mantener contacto con ellos. Casi ningún juez o jueza da votos a favor de que un padre pueda cuidar de los hijos tan bien como una madre. Conozco padres que mantienen una relación muerta por no perder a sus hijos y a otros incapaces de explicar con palabras sus sentimientos, llenos de impotencia, descrito así: "como si me arrancaran el corazón" o como "la más grande de las injusticias".