"Empecé con los porros, el pegamento y la heroína a los 11 años..." Así comienza la historia personal de un joven de 21 que prefiere guardar el anonimato y ahora trata de desengancharse de las drogas en la comunidad terapéutica finca Capote. Se la contó ayer a un grupo de alumnos de Bachillerato y ciclos formativos del instituto Virgen del Puerto, que participan desde enero en el taller Adicción y experiencias personales en el consumo de sustancias adictivas , que tiene como objetivo la prevención.

Y nada que mejor llegue a los jóvenes como el testimonio de otros que fueron jóvenes como ellos. Es lo que ha pensado la comunidad finca Capote, que no ha dudado en colaborar con el instituto a través de la terapeuta Faustina Rico, la psicóloga Cristina Fernández y un grupo de ocho voluntarios que intentan salir de la droga.

Uno de ellos, de 36 años, estudió precisamente en el centro: "Aquí empecé con los porros y a beber los fines de semana, después probé la heroína y he estado veinte años entrando y saliendo porque creí que podía controlarlo, pero cuando se te despierta la adicción, ella te come a ti".

No sólo advirtieron a los estudiantes sobre los porros, la heroína o la cocaína sino también del alcohol, que llevó a Antonio, de 45 años, a vivir en la calle: "estuve cinco años pidiendo en la calle para beber. He estado preso y hablaba con mis hijos por teléfono porque me daba vergüenza". Por su experiencia, alertó a los chavales de que "el botellón es una puerta abierta al alcoholismo; yo empecé con una botella, luego otra y un día te levantas y ya no puedes con los temblores".

Cualquiera puede caer

El mensaje ayer de los voluntarios fue también el de que cualquiera puede caer en la droga, como el propio Antonio, que trabajaba en una multinacional o una mujer que montó su propia empresa tras acabar la carrera y ahora "tengo perforación del tabique nasal y he ingresado varias veces en el psiquiátrico después de estar cuatro años tomando cocaína desde por la mañana hasta por la noche".

Otros contaron que las drogas les llevaron "más de 30 años a la cárcel y con mi mujer prostituyéndose para comprarla"; a un quirófano por sobredosis e incluso a intentar suicidarse. Ramón confesó que su problema "fue probar el primer porro y perderle el respeto a las drogas" y dio un consejo a los alumnos: "La solución para no veros como nosotros es no probarlo".