TEtn un siglo en el que uno de los grandes avances ha sido la fusión de culturas en todos los ámbitos de la vida, la moda no podía ser menos. Es en este campo donde las mujeres hemos padecido una de las últimas aberraciones a nuestros derechos humanos y libertad por el uso del burkini, cuyo nombre es ya, una manifestación clara del fruto de la fusión entre un extremo y otro de dos prendas de vestir. Sin más connotaciones, ni religiosas ni tradicionales, que la de ser un atuendo más en el vestuario femenino, el cual somos libres de poder o no utilizar, sin sentir que por ello vayamos a herir la sensibilidad de alguien.

El artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: "La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio al otro". ¿ De verdad usar esta prenda de baño daña a otros?

La moda es así, muchas veces transgresora en sus creaciones, en ocasiones imposibles y poco acordes con la realidad del normal desenvolvimiento de la vida cotidiana, como es el caso de la alta costura. Pero este asunto no trata sólo de moda, trata de la miseria del ser humano y de cómo una de las más primitivas emociones como es el miedo, puede llegar a empujarnos a cometer actos atroces contra la libertad y en nombre de leyes improvisadas, retrógradas y faltas del también más básico de los sentidos: el sentido común.

El miedo generado tras los múltiples atentados en diversos puntos del mundo, ha provocado tal estado de alerta, que los gobiernos han elevado los niveles de alarma y seguridad contra cualquier posible amenaza que parta del estado islámico, reivindicador de la mayoría de ellos, algo lógico, pero de ahí a prohibir el uso de la prenda de baño elegida por cada mujer, siendo ésta comparable a un traje de buceo, del que, naturalmente, nadie se ha planteado si es peligroso o no, hay un gran trecho.

Fue agradable verlo por primera vez en las gargantas veratas este verano y experimentar una especie de libertad ajena muy gratificante.