Me ha alegrado mucho conocer la decisión de distintos consistorios como el de Plasencia, desde su concejalía de Igualdad, de incluir en su programa de feria 19, un día dedicado a niños sin ruido, en el que todos los pequeños puedan disfrutar sin miedo al estruendo de la música, tómbolas y sirenas.

Cómo no se van a asustar si hasta a los adultos nos sobrepasa. Hay lugares y ocasiones en los que soportar tantos decibelios es superior a nuestros sentidos y cuerpo, en los que no solo sufre el oído, sino todo nuestro cuerpo, órganos internos incluidos, cuando la caja torácica retumba como si de un terremoto se tratara, avisando de que algo no va bien. Opino, y creo que multitud de personas piensan lo mismo, que es demasiado y que un poco más bajito estaría mejor.

Esta medida se traduciría en la unificación del sonido y bajada del volumen general en todo el recinto ferial y supondrá al consistorio más de 4.000 euros, al ser el primer año, pero se luchará para que se incluya en el programa y se considere normal y figure en el contrato para todos los feriantes y cualquiera que use sonido en su puesto o establecimiento.

Es noticia que la de este año sea una feria inclusiva, cuando lo normal sería que no se excluyera a ningún colectivo en cada actividad llevada a cabo, al menos pública, mucho más en las lúdicas e incluidas en los presupuestos del ayuntamiento para sus ciudadanos y vecinos comarcanos y de las que, de algún modo, se beneficiarán numerosos colectivos de la ciudad a modo de incluirles en lo que, normalmente, disfrutamos todos.

El pistoletazo de salida de feria lo dará el pregón de dos chicas que darán visibilidad a las personas con capacidades reducidas, cuyas palabras serán interpretadas en lengua de signos, al que seguirán numerosas actividades para acercar la feria a todos. Pequeñas aportaciones que demuestran que, si se quiere, se puede.

Tengo amigos que están deseando que llegue este día para poder llevar a su hijo (con espectro autista), por primera vez, a la feria. Te emociona sentir la ilusión que desprenden sus palabras, mientras sueñan con su carita al ver los cacharritos o monte en ellos.

Incluirles está en nuestras manos y siempre existe el modo de normalizar su vida, solo hay que hacerlo realidad con gestos como este.