Dos demandas y quejas de los afectados dieron ayer la bienvenida a la polémica obra de las escaleras mecánicas. Los operarios de la empresa adjudicataria Schindler delimitaron ayer los accesos y comenzaron a picar el suelo a la vez que recibieron la visita de la alcaldesa y el portavoz del gobierno, Francisco Barbancho, junto al arquitecto municipal Fernando Serrano.

Una visita rutinaria y habitual en todas las obras, según fuentes municipales --no asistió sin embargo el concejal de Obras, que no tenía conocimiento de la visita-- que sirve como imagen a la defensa a ultranza que tanto Blanco como Barbancho han hecho siempre del proyecto estrella del segundo Plan E.

Esto a pesar de que una comunidad de vecinos y los propietarios de un local han presentado sendas demandas para intentar, bien paralizar la obra, bien que no se apoye sobre la estructura de los edificios.

Esta era una de las advertencias que una comunidad vecinal hizo a la alcaldesa en mayo a través de un escrito que no tuvo contestación de la alcaldía. La comunidad acordó acudir a los tribunales si no se paraba el proyecto y así lo ha hecho.

También los propietarios de un local con empleados que trabajan directamente bajo las escaleras, dado que en la parte más cercana a la avenida del Valle están huecas.

Pero además, las obras ya levantaron ayer las primeras protestas entre algunos afectados debido a los ruidos y vibraciones causadas. "En nuestro caso se nos han caído cosas de las estanterías", comentaban desde el spa de la calle Arias Montano.

También las vibraciones afectaron a los trabajadores de las empresas más cercanas al tramo de escaleras que se convertirá en una rampa, efectos previsibles de unas obras que se extenderán como mínimo hasta el mes de diciembre porque su plazo de ejecución es de seis meses. Su coste será de 1.036.337 euros y el gobierno ya ha comunicado a la asociación de minusválidos que no serán accesibles para las personas en silla de ruedas.