TNto me sorprende lo que me han contado porque lo he visto en otras ocasiones y en otros ámbitos; no me sorprende pero es desalentador. Ocurrió días pasados en Mérida. Se había organizado un foro innovación como importante punto de encuentro para las empresas interesadas en la competitividad y en su desarrollo. Allí aparecieron muchos empresarios para oír los discursos iniciales, pero luego desaparecieron a la hora de las intervenciones de los especialistas. Es decir, fueron simplemente a que les vieran. Los intervinientes, después de la inauguración, hablaron para un grupo reducido, en torno a diez, me dicen unas fuentes, menos, me dicen otras. Muy pocos en cualquier caso frente a los doscientos que habían aplaudido los discursos.

Ese día la consejera de Economía, Comercio e Innovación dijo que el uno de octubre se pondrá en marcha la Empresa Pública de la Innovación para que especialistas y gestores en economía, investigación, desarrollo y tecnologías ayuden a las empresas de la región a ser más competitivas y productivas. Espero que el interés sea mayor que el que mostraron en la jornada que les comento. Algún participante me expresó lo descorazonador que fue contemplar a los oradores mientras hablaban en un salón prácticamente vacío. Descorazonador y lamentable. Hace mucho tiempo que Rodríguez Ibarra habló de la sociedad de la imaginación y de la innovación para ser más competitivos. Los medios se les ofrecen pero como no cambien comportamientos como el que les relato, será como predicar en el desierto; nos estancaremos y volveremos a perder el tren, pero en esta ocasión la culpa no será de quienes decidieron que no parara en nuestra estación, sino de quienes estando el convoy esperándolos, deciden no subir.