TAtlguna vez nos hemos preguntado por qué las plantas añaden tantas vitaminas a la fruta? La estrategia de las plantas siempre es tan sutil como efectiva. Tal vez los animales pensemos que actuamos a nuestro libre albedrío cuando cogemos furtivamente una fruta. ¿Se la robamos al árbol? No, en realidad es nuestro salario por colaborar como transportistas y sembradores. Tras digerir el trofeo , dejaremos las semillas en las deposiciones, y así, al germinar, la nueva planta encontrará humedad, protección y ¡hasta abono!.

Sin embargo, esta colaboración es un peligro para la planta, pues si atrae animales que comen sus frutos; estos mismos comensales se pueden transformar en devoradores de hojas. Las plantas podía solucionarlo convirtiendo en venenosas las hojas. Pero, a largo plazo no sería efectivo. Si todas las hojas fueran tóxicas, no tardarían en aparecer herbívoros inmunes al veneno. En cualquier situación es mejor el premio que el castigo, pues tarde o temprano ya se encontraría forma de burlar el castigo, mientras que el premio siempre se agradece.

La solución consiste en convertir al animal colaborador en dependiente de los frutos y sólo de los frutos. ¿Cómo lo lograron? Era un difícil desafío que las plantas lo resolvieron de forma admirable, tras millones de años de evolución. Se basaron en el principio de extrema economía de la naturaleza. Si las plantas nos suministran ciertos compuestos vitales que precisamos, ¿para qué nos vamos a molestar en sintetizarlos? . De esta manera, los vegetales incluyeron vitaminas en las partes que ofrecen para que se coman: la carne del fruto. Así, son numerosas las especies de animales convertidas en dependientes de las frutas. Por ejemplo, mientras otros mamíferos pueden sintetizar ellos mismos la vitamina C, nosotros no, porque nuestros antecesores aprendieron a obtenerla gratis de la fruta y a apreciar el sabor de atrayentes manjares como la naranja, rica en vitamina C. En definitiva, aprendieron a disfrutar de la vida.