Cuando contaba 21 años, hace 55, Jorge Mario Bergoglio sufrió una infección respiratoria grave que obligó a extirparle dos de los tres lóbulos de un pulmón. Este déficit, al que se ha adaptado, le condiciona algunas actividades, ya que ante cualquier esfuerzo, práctica deportiva o actividad excesiva, le puede sobrevenir una insuficiencia respiratoria. El Papa también ha sufrido crisis de lumbalgia, por las que hubo de guardar reposo.

La ausencia de un pulmón se convierte en un serio riesgo de salud cuando el Papa sufre una infección respiratoria, una gripe o una neumonía, por ejemplo, ya que la dificultad respiratoria se multiplica.