TEtl azar nos acecha en cada esquina de los días para hacérnoslas pasar moradas o de color de rosa, según tenga el humor esa mañana el señor azar. Por eso hay quien sigue creyendo que la vida es una tómbola, tom tom tómbola y no hace nada o muy poco por trabajársela. Ni siquiera elegir alternativa o contar con un adivino de cabecera que vaya asesorándote en las encrucijadas. Todo dejado al albur del destino para decir después que no tuviste culpa. Ahora, cuando de nuevo tampoco te ha tocado la lotería, tal vez te tiras de los pelos por no haber acudido a una médium, a un mago o siquiera a un adivino de barrio o a un pulpo Paul. Porque resulta que en cada rincón en los que ha tocado tenían contratados sus servicios. Y tú haciendo el tonto. Después de comprar el boleto no hiciste nada. Te sentaste a la puerta de casa como cada tarde, mirando hacia la calle por si venían los cadáveres prometidos de algún enemigo antes de Nochebuena y con ellos los hados y el Gordo. Y claro, erraste, amigo. Hay que mover más el culo y jugar menos a las adivinanzas. Incluso si eres presidente de gobierno. Pasarse las horas deshojando margaritas me presento, no me presento, la crisis se acaba, la crisis empieza, no debería ser la principal ocupación de nadie, por mucho que la vida sea una tómbola y a los presidentes los elija el personal contando, eso sí, con el destino y las estrellas de cada uno. Ojalá que esta noche la única adivinanza de nuestra fiesta sea determinar cuántos ciudadanos se apuntan al pavo de siempre y cuántos al besugo de toda la vida. Por lo menos, nada definitivo dependerá de ello esta vez. En todo caso, sea cual sea su plato, que ustedes lo cenen bien. Felicidad.