THte malgastado junto a mi amigo Juanmax el cogollo de la edad buscando extraterrestres por Extremadura sin reparar en que los alienígenas están todos en Madrid. No quisiera crear alarma, pero ésta es una ciudad tomada. Al pronto se confunden con los terrícolas de toda la vida, pues casi tienen la misma apariencia y gastan casi el mismo idioma, pero son unos farsantes. Yo empecé a sospechar que no eran trigo limpio una mañana en un vagón de metro. Aquello olía a sobacos y estómagos en ayunas como no puede usted hacerse una idea y, sin embargo, el personal, ni se inmutaba. Luego está esa capacidad suya de concentración, tan inhumana; los hay que duermen entre parada y parada, recostados en el hombro de un extraño, como si fueran primos; otros leen libracos enormes con una sola mano mientras con la otra se aferran a la barra del vagón, como si fueran primates. Respecto a su aparato digestivo, deduzco por lo que comen que es menos escrupuloso que el nuestro. A eso de las diez desayunan churros, fríos como los pies del Señor, y a la una, patatas bravas, bravísimas. Esta gente no es humana, se lo digo yo. De hecho, creo que ni tan siquiera les interesan los asuntos humanos: si un pordiosero les sale al paso, ellos lo atraviesan como si fuera humo, sin mirarle. Yo, por si acaso queda por ahí algún grupúsculo de humanos organizando la resistencia, llevo los bolsillos tintineantes de monedas para los pobres, a modo de contraseña. En realidad, intento contactar con humanos desde que llegué a esta ciudad. Y no pierdo la esperanza. No creo a los que dicen que éste es el futuro de la raza humana. Sería una lástima. En cualquier caso, seguiré informando.