Todos los productos alimentarios que contengan organismos modificados genéticamente (OMG) deben llevar desde ayer una etiqueta explícita que acredite su origen transgénico, tanto si son a granel --una manzana, por ejemplo-- como si son ingredientes de productos elaborados --una lecitina en un helado--. Las etiquetas, obligatorias en toda la Unión Europea, no irrumpirán en masa debido a los estocs actuales y los escasos productos autorizados, pero pronto podrían menudear en sectores concretos como piensos y aditivos.

La norma anterior, del 2000, ya obligaba a etiquetar los productos de origen transgénico, pero su aplicación práctica era escasa porque justamente dejaba al margen esos dos sectores fundamentales: por una parte, los piensos de alimentación animal, para cuya elaboración se emplean profusamente soja y maíz modificados genéticamente; por otra, los alimentos elaborados con algún aditivo transgénico cuyo rastro, su ADN, era indetectable en el producto final.

INGREDIENTES SECUNDARIOS Aunque en la UE sólo está autorizada la comercialización de soja, colza y maíz transgénicos, se trata de tres cultivos empleados como ingredientes secundarios en infinidad de platos elaborados. Aparecen, por ejemplo, en forma de harinas, aceites, almidones, glucosas y emulgentes de productos tan dispares como pizzas, chocolates, cervezas, margarinas, patatas fritas o galletas. Según Greenpeace, tienen un ingrediente OMG, aunque sea en pequeña cantidad, el 60% de los productos industriales elaborados con maíz o soja. En muchos, sin embargo, no es posible detectarlo.

La gran novedad es justamente lo que los expertos llaman trazabilidad, es decir, tener información de todas las intervenciones practicadas en un producto, incluyendo los transgenes no detectables en el alimento final. "Hasta ahora, la etiqueta no era obligatoria en estos casos --explica José Ignacio Arranz, subdirector de Seguridad Alimentaria del Ministerio de Sanidad--. Ahora debe informarse de cualquier intervención en cualquier momento de la cadena".

La normativa tiene varias excepciones, aunque la más importante afecta a los llamados productos de segunda o tercera generación.