Atrapada en España con sus cinco hijos. Así es como se siente Angi Viteri 17 años después de emprender el viaje desde su Quito natal. Le habían explicado que aquí los sueldos eran muy altos y creyó que merecía la pena dejar atrás un buen empleo de auxiliar contable en Ecuador. Sus padres necesitaban ayuda económica. Como muchos de sus compatriotas, empezó en la huerta murciana. «Cada mañana había que echarse. Si tenías suerte te cogían y si no, no ganabas nada. Había que soportar malos tratos y un trabajo infernal», recuerda. Echarse era intentar que la cogieran las furgonetas clandestinas que transportaban esa mano de obra tan barata.

LA TRAGEDIA DE LORCA / Hasta que un día vio la muerte de cerca. España se conmocionó el 3 de enero del 2001 con la muerte de 12 ecuatorianos arrollados por un tren en Lorca. Angi tenía plaza reservada en aquella misma furgoneta pero los patronos quisieron llevarse también a una amiga suya, que justamente se había comprometido a cuidarle el bebé. «Sin nadie con quien dejarlo, tuve que quedarme en la casa». Su amiga murió y ella se marchó al poco.

Ahora vive en Leganés, un suburbio de Madrid, haciendo piña con sus pequeños. La mayor, Lil, la bebé de Lorca, tiene ya 16 años, Alison cuenta 12, Marc 7, y Ashly, 18 meses. En medio, Mike, con 8 años, es el centro de toda la familia. Sufre una minusvalía del 85% desde que nació que le afecta a toda la actividad motora, especialmente a los pulmones. «Nació muerto, pero lograron reanimarlo», rememora entre lágrimas. A sus ocho años apenas puede pronunciar la palabra mamá, pero sabe hacerse entender. Sus hermanos han aprendido a descifrar sus gestos. Les basta con una mirada.

Cualquiera que tenga cinco hijos y una renta media se las vería para llegar a fin de mes. Angi ni se acerca. Lleva en el paro más de un año y solo cobra los 440 euros de la dependencia de Mike. Le acaban de quitar la prestación de renta mínima de inserción, 580 euros, porque no ha presentado unos papeles que el juzgado tramita con lentitud cósmica. Su exmarido nunca le ha pasado ni un euro desde que lo denunció por violencia machista. Él logró zafarse de la policía años hasta que lo detuvieron por otro delito. Angi solo sabe que está en Barcelona encarcelado, pero tampoco le manda nada.

¿Se ha arrepentido de tener tantos niños? Pone cara de sorpresa: «¿De que serviría? De lo que me he arrepentido es de haber venido a España». Intentó acogerse a un programa de retorno de la Embajada de Ecuador, pero su exmarido se negó a firmarle el permiso para llevarse a los niños. Tampoco le puede quitar la custodia por violencia machista porque retiró la denuncia por consejo de su abogado de oficio. Un hacha.

Save the Children lleva a sus niños a clases de refuerzo y actividades lúdicas, además de darle ayudas para la comida y el equipamiento escolar. Lo hacen desde el Centro de Recursos Infancia y Adolescencia Colorearte, creado a partir de un convenio con el ayuntamiento. Atienden a 75 familias y a 165 niños en riesgo de exclusión.

Hace un año estuvo a punto de entrar en un rustidero de pollos, pero cuando se enteraron de que tenía cinco hijos cogieron a otra. «Siempre tendrá uno que se ponga malo», le dijeron sin rubor.