La ley general de sanidad (LGS) cumple hoy 25 años aplaudida por la mayoría, el mejor homenaje para su impulsor y máximo responsable, Ernest Lluch, ministro de Sanidad en el primer Gobierno socialista. Lluch, en plena grave crisis económica, asumió el casi imposible reto de dar respuesta a los compromisos electorales de universalizar la atención sanitaria y crear las bases de un sistema sanitario de calidad.

La LGS se dotó de un itinerario realista para alcanzar un sistema de cobertura universal financiado con impuestos y adaptado a la distribución competencial recogida en la Constitución de 1978. El debate que culminó con la aprobación de la ley no fue fácil y Lluch pilotó con maestría una maniobra llena de dificultades.

El mayor éxito de Lluch fue conseguir que la LGS no pudiese ser abortada por los poderes corporativos más rancios, ni durante su gestación, ni después. El propio ministro, años más tarde, desveló la operación Primavera, cuyo objetivo era evitar la implantación en España de un Sistema Nacional de Salud (SNS) de todos para todos. Alianza Popular votó contra artículos claves de la ley.

Los españoles tenemos en el 2011 un sistema sanitario universal que ha sido capaz de dar respuesta al crecimiento de población de la última década y adaptado a las características de cada comunidad autónoma. Un sistema sanitario con una amplísima cartera de servicios y gratuito en el punto de acceso. Unos servicios sanitarios de alta calidad y accesibles tanto geográfica como organizativamente. Estos elementos, entre otros, hacen que la sanidad sea el servicio público mejor valorado por los españoles.

La LGS, 25 años después, además de mantener su vigencia, recoge los principios necesarios para dar garantía de futuro al sistema sanitario público en España. El entorno actual es radicalmente diferente al de entonces, política, sociológica, y económicamente. España (y Europa) nada tiene que ver con aquella en la que hace 25 años iniciaba su andadura la LGS, pero hay un condicionante similar. La LGS se gestó en una crisis económica sin precedentes en aquel momento. El SNS en el 2011 sufre las consecuencias de la mayor crisis de la historia contemporánea y el sistema sanitario público saldrá reforzado si somos capaces de buscar soluciones concertadas, realistas, que respondan a las expectativas de los ciudadanos y sean coherentes con los principios de universalidad y solidaridad con los que Lluch dotó la LGS.

Un SNS fortalecido con una nueva ley de salud pública que ponga la promoción de la salud como eje central de las políticas públicas y la prevención como principal reto. Un SNS que garantice que no haya ningún español que en España pueda quedar en situación de desamparo sanitario en ningún momento. Un SNS que coopere a la construcción europea. Un SNS que, manteniendo la universalidad en la cobertura y la solidaridad en su financiación, incorpore las modificaciones organizativas necesarias para responder a las necesidades de los ciudadanos, y garantizar a sus profesionales el mejor desarrollo profesional. Lluch nos enseñó cómo hacerlo y debemos estar a la altura del reto.