La macrobeatificación de Tarragona se convirtió ayer en un duro peregrinaje para buena parte de las cerca de 20.000 personas que asistieron al acto. Los férreos controles de seguridad que establecieron los Mossos para acceder al recinto de la antigua Universidad Laboral provocaron que miles de personas llegaran tarde al acto y se perdieran, por ejemplo, el mensaje grabado que envió el papa Francisco. A pesar de ello, las quejas no se salieron de tono y la mayoría destacó "la ilusión" que les hacía asistir a un acto religioso sin precedentes.

El dispositivo de seguridad convirtió en un embudo el tramo final de acceso al lugar. Se cerró al tráfico habitual la carretera por la que se accede (de Tarragona a Salou) y se habilitó un solo carril de circulación para los más de 300 autocares y el millar de turismos que tenía permiso de acceso. "Hemos salido a las 10.30 de Salou y llegamos ahora", explicó Anonio Lozano, de 81 años, al entrar al lugar de la beatificación a las 12.45. El y su esposa llegaron el día anterior de Marmolejo (Jaén) y durmieron en Salou, a unos diez minutos en coche. "Aún están en el Evangelio", dijo con optimismo otro jubilado de un grupo de Huesca que llegó a la una.

A las 10 de la mañana ya había miles de personas en la plaza donde se erigió el altar para la macrobeatificación. Mientras en los laterales del recinto un equipo de sacerdotes confesaba sus pecados a todo el que lo pedía, los asistentes abarrotaron finalmente la zona con sillas propias o utilizando las 7.500 que puso la organización.