Las fotos que se conocen de Eluana Englaro muestran a una atractiva joven de larga melena que suele mirar a la cámara divertida. Esa es la Eluana que esgrimen quienes han tratado a toda costa que continuara con su vida vegetativa. Una mujer hermosa y vital. Esa Eluana, sin embargo, no tiene nada que ver con la que murió el lunes. Primero lo dijo su padre, Beppino; después los inspectores de Sanidad y, por último, una periodista de la RAI, Marinella Chirico, la única que entró en la última habitación en la que estuvo Eluana, que ahora pesaba 40 kilos y estaba llena de llagas.

Una mujer, dijo Chirico, "completamente inmóvil, a la que los enfermeros y sanitarios debían mover cada dos horas para evitar que el cuerpo se llagara". La periodista llegó el domingo a la clínica La Quiete, en Udine, estuvo tres horas junto a Eluana y vivió "una situación devastadora". Chirico fue llevada hasta allí por un Beppino Englaro "profundamente herido y angustiado": temía no ser creído cuando decía que la situación de su hija era desesperada.

Ayer lo volvió a decir. Antes de despedirse de su hija en un depósito de cadáveres de un hospital --la madre padece cáncer y no se trasladó a Udine--, ya más tranquilo después de que el día anterior muchos periodistas le escucharan llorar por vez primera, Beppino había señalado: "Si mucha gente viera una fotografía de Eluana en la actualidad se callarían, pero no lo haré jamás". La frase iba dirigida a personas como el cardenal Javier Lozano, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, quien sostiene que Eluana es "un símbolo de vida".

Según los inspectores de Sanidad que visitaron a la mujer el viernes, el "símbolo de vida" era esto: pesaba 40 kilos, tenía los miembros encogidas, solo yacía de lado porque si la colocaban boca arriba los líquidos que le fluían de su estómago atrofiado podían ahogarla, se le habían afilado las facciones del rostro y todo su cuerpo estaba repleto de llagas.

Eluana se había convertido en lo que aquel día en el que visitó por a un amigo, que se quedó en coma por un accidente --como después se quedó ella--, le dijo a su padre que no quería convertirse. "Me hizo prometer que ocurriera lo que ocurriera, nunca la abandonaría en ese estado", declaró Beppino al periódico Il Corriere della Sera.