Envuelto en gigantescas llamas, el centro de combustible de Buncefield, en Hemel Hempstead, a 40 kilómetros al norte de Londres, siguió ayer, por segundo día consecutivo, vomitando fuego y humo. Mientras la nube negra de contaminación cubría Londres y alcanzaba Francia, los equipos de bomberos, trabajando en condiciones extremadamente penosas, lograron a media tarde apagar 12 de los 20 tanques en el que ya es el más gigantesco incendio que ha sufrido Europa desde el fin de la segunda guerra mundial en 1945.

De los 43 heridos en el accidente, sólo dos permanecían hospitalizados. El fuego comenzó a ser neutralizado con un sofisticado dispositivo capaz de lanzar 32.000 litros de agua y espuma por minuto.

"APOCALIPTICO" A primera hora de la noche, después de más de 38 horas tratando de extinguir las llamas, las operaciones tuvieron que ser suspendidas algunas horas ante el temor de que estallara uno de los tanques. La autopista M-1, que había sido abierta horas antes, fue nuevamente cerrada.

"No sabemos qué tipo de sustancia hay dentro de uno de los tanques, pero podría ser muy volátil. No queremos añadir una tragedia humana a la tragedia que ya tenemos para el medio ambiente", declaró el jefe del Cuerpo de Bomberos del condado inglés de Hertfordshire, Roy Wilsher, quien calificó el incendio de "apocalíptico".

"Hemos entrado en territorio desconocido. Ni siquiera sabemos si el tipo de espuma podrá detener el fuego", dijo Wilsher, respondiendo a preguntas sobre la posible evolución de las tareas de extinción y las consecuencias que pueden tener para la salud ciudadana y el medio ambiente los densos humos que despide el incendio.

VUELTA A CASA Algunos de los 2.000 residentes en Hemel Hempstead, evacuados el domingo cuando se produjeron las explosiones, pudieron retornar provisionalmente a sus hogares, aprovechando el cambio de la dirección del viento. En cambio, las 70 escuelas que cerraron ayer sus puertas tampoco las abrirán hoy.

Los equipos de investigación, que habrán de determinar el origen de lo que la policía sigue considerando como un accidente, no han podido aún comenzar sus trabajos. Los expertos, entre los que se encuentran especialistas de la lucha antiterrorista, temen que la voracidad del fuego haya destruido algunas pruebas cruciales para conocer sus causas de lo ocurrido el pasado domingo.

Un portavoz de la multinacional petrolera Total, que gestiona los depósitos siniestrados, negó que se hubiera producido ningún tipo de fuga de carburante antes de las explosiones. La hipótesis de una avería eléctrica tampoco ha sido descartada.