TMte contaba este verano un vendedor de mercadillo que cuando Fernando Alonso decidió cambiar de escudería y pasar de Renault a McLaren le destrozó el negocio, ya que él acababa de encargar una enorme partida de camisetas y sudaderas de Renault que no fue capaz de vender. La cagó. Ahora el Papa parece que hará lo mismo con el gremio de belenistas, y no porque cambie de escudería o de color de hábito, sino porque dice que en el belén ya no pintan nada ni el buey, ni la mula, ni el pesebre, ni la estrella. Ni Belén. Y todo, parece ser, por ajustarse más a la realidad. Total, habrá que cambiar las figuritas y hacer talleres de carpintero, bancos de herramientas y calles de Nazaret (por lo visto fue el lugar en el que nació Jesús). Ahora los belenistas de mercadillos tendrán que comerse sus pedidos de este año o rezar para que, al igual que le ocurrió a Alonso con el cambio de equipo, al Papa no le vaya bien con el taller de madera y vuelva al portalito. Como mucho, todo esto servirá para reivindicar la figura de José, en mi opinión injustamente olvidado, pero, la verdad, no creo que le convenga a la Iglesia ajustarse tanto a la realidad. Si nos ceñimos a los relatos bíblicos, Jesús no nació ni en diciembre ni en 25. Más bien lo hizo en verano. Tampoco el alumbramiento tuvo lugar en el año 1, sino siete años antes. Los Reyes Magos eran persas y no eran tres. Su número oscilaba entre 2 y 60 y todos eran blancos, pero la Iglesia decidió en el siglo XVI que Baltasar fuera negro... De lo que no ha dicho nada Benedicto es de la figurita del caganer (aceptada por la Iglesia desde hace años con sus caquitas y todo). Supongo que porque es la que más se ajusta a la realidad. Total, uno la puede cagar igual en Belén, que en Nazaret, que en McLaren, que en el Vaticano.