TMte lo encontré el domingo por Fuente Fría. Sé que tiene una parcela por la Ribera del Marco porque me lo cruzo cada tarde subiendo a la Montaña, pero la verdad es que nunca había hablado con él. Se acercó a mí sonriendo y se desahogó con ese derrotismo que destilan quienes no tienen ni dinero, ni contactos, ni influencias. "Ya ve usted, nos han cerrado la calleja. Ahora tenemos que dar una vuelta bien larga, de casi media hora por lo menos". Se refería a la calleja de la llamada Huerta del Conde, un camino público desde tiempos inmemoriales que ha sido cerrado con una verja por la empresa que construye en esa zona. Antes de que condenaran la vereda con una tela metálica, yo pasaba cada tarde por allí. Cuando apareció la verja me pareció un cerramiento discutible porque conculcaba un derecho de paso, pero procuro no tocar en el periódico los temas que me afectan personalmente y callé.

Ahora es distinto, quienes se quejan son un grupo de hortelanos de la Ribera, gente trabajadora que necesita la vereda para dirigirse a sus tierras. Me comentan que los encargados de la obra aseguran que por allí no pasa nadie. No es cierto: la calleja era utilizada por labradores y paseantes. Pero la cuestión no es esa, sino si el camino es o no público. Sé que los hortelanos pretenden denunciar el cierre o lo han denunciado ya. Yo también denuncio que este caso es otro síntoma de que en la Ribera del Marco el ayuntamiento no se muestra vigilante, no mima la joya primigenia de Cáceres, nuestra Ile de la Cité, nuestros orígenes.