La manecillas del reloj deberán retrasarse de las tres a las dos de la madrugada de mañana, 27 de octubre, como ocurre cada otoño desde hace 45 años; y esta vez tampoco será la última. La Unión Europea (UE) se planteó suprimir el cambio de hora estacional en el 2019, aunque lo ha demorado hasta el 2021, siempre que los estados miembros lo ratifiquen. Algo que no será fácil. Varios se oponen. Portugal incluso ya avanzó que seguirá haciendo correr las manecillas dos veces al año, digan lo que digan las instituciones comunitarias.

España sigue en la indefinición después de que el comité de expertos nombrado por el Gobierno no pudiera alcanzar ningún acuerdo. Los especialistas que mantuvieron las posturas más enfrentadas en el seno de la comisión siguen en las mismas.

«El debate es culpa de los finlandeses, que dijeron formalmente a la Unión Europea que no querían hacer el cambio de hora. A ellos les da igual el cambio porque pasan de 24 horas de noche en Navidad a 24 horas de día en verano. Una hora arriba o abajo no les afecta, pero a nosotros sí», advierte Jorge Mira, uno de los sabios convocados por el Gobierno, catedrático del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Santiago de Compostela.

Este experto gallego sostiene que «el cambio de hora lo que hace es intentar acompasar el reloj biológico humano con la salida del sol, lo que para el ritmo circadiano de las personas es lo más correcto». En su día ya argumentó que si se decidiera adoptar la hora de invierno los 365 días del año, en Cataluña habría cuatro meses al año que estaría amaneciendo a las cinco o las seis de la mañana. Por el contrario, en verano en Galicia, otros cuatro meses amanecería a las nueve o las 10 de la mañana. «Piensan que pueden ordenar al planeta Tierra circular de forma homogénea», lamenta.

En el otro extremo se sitúa la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe), que contaba con un representante entre los sabios. La organización lleva años pugnando por una racionalización de los horarios que lo homologue con el resto de países europeos, algo que contribuiría a suprimir el cambio horario semestral y mantener todo el año el de invierno. Su presidente, José Luis Casero, sostiene que «hay razones de salud, descanso, productividad y rendimiento (laboral y escolar)» de la sociedad para tomar esta decisión, mientras que el impacto económico positivo que tendría el horario de verano «es marginal».

A José Luis Casero, el informe final de la comisión de especialistas le pareció «un panfleto, un corta y pega de todo» en el que ha dominado «el miedo a mojarse» y el «nos quedamos como estamos».

Sin consenso

El informe concluyó que lo mejor era «no producir ningún cambio precipitado en los husos horarios mientras no exista un consenso compartido». «La opinión de los expertos sobre el cambio de hora estacional no es unánime ni concluyente. Una parte preferiría mantener el cambio de hora tal y como se viene realizando hasta la fecha, otra optaría por adoptar el horario fijo de invierno atendiendo, principalmente, a criterios de salud y uso de horas de sol y también hay expertos favorables a mantener fijo el horario de verano, teniendo en cuenta un previsible impacto negativo en el sector turístico, que representa en torno a un 12% de nuestro PIB», resumía el informe. Un lío, como diría Mariano Rajoy.

Durante el lapso de tiempo que resta hasta el 2021, el comité propuso ir «nutriéndose a lo largo de estos dos años de argumentación suficientemente consolidada y compartida que nos haga optar por una de las vías». Desde entonces han pasado siete meses y el debate sigue encallado en los mismos términos.

Una novedad

La única novedad defendida hasta el momento la ha aportado un estudio de otro físico, José María Martín Olalla, compañero de trabajos del científico Jorge Mira. Olalla propone que, de modificar algo, el cambio otoñal debería adelantarse a finales del mes de septiembre. No tiene sentido a su juicio que en octubre muchos niños vayan a la escuela de noche. Hace años, el ajuste ya se llevaba a cabo en septiembre. «Es mucho más equilibrado, seis meses cada horario», apoya Mira. El debate lleva camino de convertirse en interminable.