TTte asomas a la ventana y ya no eres la chica de ayer, jugando con las flores de tu jardín. Nadie de tu entorno recuerda a la Mode salvo como un grupo prehistórico, Mecano ya es un clásico de la radio y la mayoría de los que quedan ya peinan canas o reciben homenajes por toda una vida dedicada a la música. Preguntas la edad en clase y casi te da un pasmo cuando descubres que ya vas siendo mayor que sus padres o cuando recibes a uno de ellos y empiezas a pensar quién llamaría de usted a quién. O cuando un antiguo alumno emocionado se incorpora como compañero de trabajo y se le llena la boca recordando aquellos años en que tú estabas aún al otro lado. Ay, vanitas vanitatis se ríe el espejo empeñado en contradecir la imagen que guardas en tu retina. Ya no eres una joven promesa ni una aspirante al título, cualquiera que sea. Ya tienes el señora garantizado y la cosecha de lo que sembraste en tu juventud. Hasta los bancos empiezan a rondarte con promesas de planes de pensiones en flor. Solo hay dos posibilidades, o te lanzas en busca del tiempo perdido y del talonario hallado, camino de las clínicas de estética o centros de plancha que te dejen la sonrisa casi en el esternón y el pecho justo donde la sonrisa, o aceptas humildemente cambiar de bando. O eterno Peter Pan o adulto puro y duro. Así, tal cual. La nostalgia es un burdo pasatiempo, como escribe Luis Alberto de Cuenca , con el consuelo de la poesía frente la realidad prosaica. Y con la misma sabiduría añade: y que la negra noche te quite lo bailao, que suena más contundente y produce mayor alivio que empeñarse en una pelea absurda con el paso del tiempo.