Alberto le pidió a Henrike intercambiar sus puestos de trabajo en el vertedero de Zaldíbar (Guipúzkoa) durante un rato. Alberto se quedó con Joaquín, otro empleado, en la zona de pesaje de camiones, donde se discriminan los residuos, y Henrike subió a la parte superior de la escombrera de Verter Recycling 2002 SL. Eso ocurrió media hora antes de que el vertedero colapsara. Las paredes de un monte vaciado por el hombre y rellenado de su basura, convertido en un contenedor gigantesco en forma de vaso, se agrietaron. Dos aludes de residuos descendieron por laderas opuestas. Uno hacia Ermua y el otro hacia Zaldíbar. El primero arrastró la cabina de pesaje y atrapó a Alberto y a Joaquín. Eran las 16.05 horas del 6 de febrero. Diez días después los dos siguen desaparecidos. El impacto ambiental es un enigma y la actividad de la empresa acabará en los tribunales. El juicio político nunca espera tanto: ya ha comenzado.

El primer agente de la policía local de Ermua que acudió al desprendimiento descubrió atónito que toneladas de desperdicios regurgitados por la montaña cortaban la AP-8. Coches atascados y humo emanando de los escombros. «Pensamos que eso significaría que habría coches debajo y comenzamos a buscarlos». Minutos después, llegaron los bomberos y la Ertzaintza. Se descartó pronto que hubiera coches pero trabajadores de Verter Recycling, como Henrike, avisaron angustiados de que Alberto y Joaquín debían de estar allí.

LA ALARMA DEL AMIANTO / A la una de la madrugada, cuando los equipos de rescate llevaban ocho horas tratando de hallar a los dos empleados, salió a la luz que entre los residuos había también amianto, un producto cancerígeno. Se paró la búsqueda. ¿Por qué tardaron tanto en avisar de que había amianto?

Al despacho del alcalde de Ermua (PSE), Juan Carlos Abascal, se llega tras pasar junto a un busto imponente de Miguel Ángel Blanco, el concejal del PP que ETA asesinó en 1997. «El vertedero pertenece a Zaldívar», matiza Abascal, pero la zona habitada más cercana al desprendimiento es de Ermua, el barrio de San Lorenzo. «Que nosotros supiéramos, era un vertedero de residuos no peligrosos. Y nunca nos informaron de lo contrario», explica. Sin embargo, el Ayuntamiento de Zaldívar tenía que saber que había amianto. El vertedero fue autorizado por la consejería de Medio Ambiente en el 2007. Pero el 4 de septiembre del 2013 hubo una resolución que permitió a Verter Recycling almacenar restos con amianto.

En la escombrera había 15.000 toneladas de residuos con amianto. Esto, se apresura a subrayar el consistorio de Zaldívar (PNV), no significa que almacene tal cifra de amianto, sino de escombros que lo contienen. Al alcalde del municipio al que pertenece el vertedero, José Luís Maiztegui, no le gusta la prensa, y limita el encuentro con este diario a una frase: «Estamos en estado de emergencia y quienes deben informar son los técnicos».

EL INCENDIO / Un día después del alud, con los equipos de emergencia ya protegidos, se retomaron las tareas de rescate. Al rato, otro obstáculo: los escombros entraron en combustión. Hace medio año, una inspección detecto que dos chimeneas instaladas para desahogar el metano que genera la materia en descomposición estaban obturadas. Se investiga si eso pudo provocar una explosión interna. De lo que hay menos dudas es de que el colapso taponó todas las chimeneas y por eso la basura arde.

El lendakari, Iñigo Urkullu (PNV), tardó dos días en pisar el lugar de la tragedia y dos días más tarde convocó elecciones para abril, invitando a la oposición a mojar pan en el desastre de Zaldíbar. Los vecinos no lo entienden. Tampoco que desembozar la autopista o construir un muro de contención hayan sido trabajos modélicos y, encontrar a Joaquín y Alberto aparentemente no revista tal urgencia.

El impacto ambiental aún se desconoce. Pero la desconfianza aumenta. El Gobierno de Urkullu anunció en rueda de prensa este viernes que han detectado niveles altos de dioxinas -provocados por el incendio- y aconseja a los habitantes de Ermua, Zaldíbar y Eibar que cierren ventanas y eviten el deporte al aire libre. Tanto es así que ayer se suspendió el Eibar-Real Sociedad por la proximidad del vertedero.

Henrike, compañero de trabajo de Alberto y vecino de Markina, sigue sin poder olvidar que sin aquel cambio de puesto Alberto seguiría vivo, en casa junto a su mujer y su hija. La sobrina de Alberto, Helene, a través de un audio que manda por teléfono, agradece el apoyo de los vecinos y dice que las familias siguen sin comprender a las instituciones: «Estamos muy dolidos. Y enfadados». Agustín, dueño del caserío más cercano a la escombrera, dice que no para de ver entrar y salir camiones.