Cada uno baila como baila. Con toda probabilidad bailar es la expresión más libre de todas porque nadie se mueve igual que nadie. He ahí lo divertido del asunto. Están los que se contonean con soltura, los que desencajan las rodillas y los últimos, los que apenas rozan los pies contra el suelo. Cada uno lo hace como sabe. O como puede. Con menos atino o con más gracia. Él es de los segundos. Si existe el debate sobre si bailarín se nace o se hace, no cabe duda de que lo de José Chey Jurado Giles (Badajoz, 1989) es innato. Empezó a los 15 años y ahora está en el olimpo del breakdance. El extremeño recorre el mundo sacudiendo el cuerpo y acumula tantos trofeos que no puede ni contarlos. Esta misma semana se ha hecho con el último. Ha sido coronado como el mejor bailarín urbano de España. Él le resta importancia. «Es un evento más». Estar acostumbrado a ganar es lo que tiene. O quizá le baja los humos a los triunfos porque el suyo es poder dedicarse a lo que le gusta: la danza. Suerte la suya.

Suena a tópico pero él recuerda bailar desde siempre. Aunque no fue hasta que cumplió la mayoría de edad cuando decidió hacerlo de manera profesional. «Lo tuve claro». Desde entonces es su forma de vida. Una en la que improvisa todo. En la competición no da tiempo a pensar. Solo siente. Le da igual qué rival tenga en frente. Y suma unos cuantos ya. El último fue Big Joker. El escenario fue la Red Bull Dance Your Style, un certamen que presenta el famoso programa de televisión ¡Fama a bailar! en Madrid. Las crónicas de los entendidos relatan que en el duelo se vivieron «momentos de auténtico vértigo». Ambos tuvieron que dejarse llevar por la música del dj y sacarse de la manga una coreografía que encajara con el compás del ritmo y con los deseos de los espectadores. En combates como este el único jurado es el público, gana el que más aplausos recibe, y «Madrid se vino abajo alzando a Chey como flamante ganador». Como a Big Joker, el extremeño pone cara a decenas de bailarines que hacen gala de sus rituales antes de subirse al escenario. Él no tiene manías. Solo respeta una única rutina. «Siempre estoy entrenando». Vive en movimiento. Dentro y fuera de las tablas. Improvisado es también su día a día. Él sigue un continuo viaje. No tiene casa porque vive en todas partes. Hace nueve años que no pisa Extremadura. Paró en Madrid un tiempo y ahora lo hace en Barcelona. Hace nada regresó de Latinoamérica y su próximo destino es Luxemburgo. Más tarde cruzará el charco a Asia. Ese es su otro baile.

El principal, el que le ha llevado a ser campeón nacional, lo aprendió de su padre, un pionero del baile urbano en los 80. Chey se empapó de todo aquello. Para los néófitos en el tema, el breakdance es la danza que pertenece al hip hop, en esta cultura el que canta es rapero, el que pinta es el grafitero, el que pone música es el dj y el que baila es el b-boy. Él lo explica por si acaso. Está dispuesto a sentar cátedra. Que levante la mano quién no haya intentado probar el famoso moonwalk de Michael Jackson en alguna pista. «Pues no se llama moonwalk, se llama backslide y es un paso de break». Otra lección aprendida.

En cuanto al panorama de la danza, el extremeño reconoce que desde que empezó hasta ahora ha cambiado. «La comunidad ha evolucionado mucho, ha habido un salto muy grande». Tanto es así que este estilo ha sido propuesto como disciplina olímpica en los próximos juegos de 2024. Él no participará, el cupo se limita a jóvenes entre 16 y 18 años, pero no cierra puertas. Ahora tiene otros retos en mente. De momento, entre vuelo y vuelo, se prepara para representar España el 12 de octubre en París en la final internacional de la Red Bull Dance en la que se enfrentará a representantes de 30 países por el trofeo de campeón mundial. No hay atisbo de nervios. «Estoy acostumbrado a competir». ¿Qué hará hasta entonces? «Seguir bailando». ¿Hasta cuándo? Hasta que su cuerpo y su mente aguanten. Hasta que «tenga ganas».