Alrededor de las siete de la tarde de hoy habrá la primera fumata, que con toda probabilidad será negra. Los 115 electores habrán medido sus fuerzas. En la última fumata, que podría ser el jueves, ya habrán hecho una síntesis. No hay en el cónclave que empieza hoy, como había en el 2005, dos papables fuertes de partida, como fueron Joseph Ratzinger y Jorge María Bergoglio, candidato sonda del difunto Carlo María Martini. Ahora se desafían conservadores inmovilistas y conservadores reformistas de la institución: más o menos democracia interna y más o menos apertura hacia las sociedades modernas.

Según Philippe Barbarin, cardenal de Lyón, habría entre 1 y 12 papables. "Una media docena", acota André Vingt-Trois, arzobispo de París.

En la votación de esta tarde, se acredita al arzobispo de Milán, Angelo Scola, con 35-40 votos de partida y al brasileño Odilo Pedro Scherer con unos 25. A Scola le votarían una parte de los italianos, muchos de toda Europa y los de EEUU. El brasileño recibiría sufragios del Gobierno central de la Iglesia (curia), de una parte de los italianos y de cardenales distribuidos por el planeta.

No es contradictorio que los curiales, más conservadores, encabezados por Tarcisio Bertone y Angelo Sodano, arranquen con un brasileño, que en el imaginario colectivo aparece como rompedor de moldes. Su elección impondría el nombramiento de un secretario de Estado (asimilable a un primer ministro en un gobierno) con gran capacidad de gobierno, probablemente italiano, con lo que la curia se mantendría en la cúpula.

OBSTACULOS PARA EEUU La primera votación arrojará también votos para otros cardenales. Para Timothy Dolan, de Nueva York, porque es un gran elector, partidario de realizar una "revolución" en el gobierno central. "No hay que temer la transparencia", añade el alemán Walter Kasper, que, con la mayoría de los europeos, piensa como Dolan. Pero "un papa que procediera de la superpotencia EEUU encontraría muchos obstáculos para presentar un mensaje espiritual al resto del mundo", señala Donald Werl, de Washington, sobre los papables Dolan y Sean Patrick O'Malley, enviado a Boston para limpiar la diócesis de los silencios sobre la pederastia clerical dejados por Bernard Law.

En la primera ronda sacará votos asimismo Jorge María Bergoglio, de Buenos Aires, jesuita, lo que constituye un hándicap: la Compañía de Jesús ya tiene a un superior llamado el papa negro, por su gran poder. Bergoglio es bastante asustadizo, como demostró en el conclave del 2005 al recibir 40 votos. "No aceptaré", advirtió, según consta en el diario de un elector, una preciosa fuente.

Dicho diario revela cómo, a partir del primer tanteo, los grupos electorales empiezan a transformarse, de manera que las cuatro votaciones del miércoles serán un importante filtrado. Tal vez se pierdan los papables exóticos, para apuntar hacia uno más realista, del que varios electores han trazado las características: "Capaz de reformar el gobierno" (Kasper), "expresión de la universalidad del catolicismo" (Wilfrid Fox Napier), "la evangelización se realiza con la sonrisa, no con la cara fruncida" (Dolan), "revisar el papado" (Wuerl).

MAS CRIBAS El proceso descrito, ya seguido en los cónclaves de 1978 y del 2005, se irá afinando, con cribas para equilibrar la persona con las políticas a seguir. En el 2005 Ratzinger obtuvo los votos progresistas de Martini-Bergoglio a cambio de pactar un programa de reformas y limpieza, pero ha topado con los poderes enquistados en la curia. El sucesor deberá proseguir su labor, que el impacto de la renuncia puede hacer, si no más fácil, sí menos difícil.

Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, el canadiense latinoamericanizado Marc Ouellet y el italiano Angelo Scola serían protagonistas directos de las reformas. El brasileño Scherer exigiría un poderoso secretario de Estado, como el húngaro Péter Erdö, posible punto de encuentro entre ambos bandos. Entre estos cinco cardenales estaría el próximo Papa.

Pero la variable independiente del Espíritu Santo puede truncar las previsiones de la vaticanología y sacar a un africano, a un asiático o al mismísimo Julián Herranz, del Opus Dei, presidente del trío que elaboró el informe secreto sobre el estado de la curia. Ha pasado los 80 años, pero nada impide que sea elegido. Su informe ya está en una urna esperando al nuevo pontífice.