TLtas pruebas para seleccionar a los trabajadores de Canal Extremadura pueden quedarse en anécdota o ser el triste indicio de un cambio de actitud. Hasta ahora, en Extremadura criticábamos el sinsentido nacionalista de convertir en seña de identidad o hecho diferencial cualquier minucia: un pisto llamado piperade, un instrumento llamado gaita o un gorro llamado barretina. Aquí tenemos el tamboril, el zorongollo y el sombrero de Montehermoso y a nadie se le ha pasado por la cabeza situarlos en el altar sagrado de las esencias de la patria extremeña. En Extremadura nos revolvíamos contra la injusticia de que para ser funcionario en otras regiones se exija conocer su lengua, mientras que a nadie se le exige acento extremeño para explicar Historia en el instituto de Jarandilla o tramitar la PAC en la oficina de Extensión Agraria de Miajadas.

Hasta ahora, estas discriminaciones y estupideces nos habían indignado, pero no habían provocado un cambio en nuestra sensata actitud de mantenernos inasequibles al ombliguismo nacionalista: en Extremadura se trabajaba no por ser extremeño, sino por ser profesional y eso era algo de lo que nos podíamos enorgullecer. Sin embargo, las pruebas de Canal Extremadura quiebran una coherencia que no era quijotesca ni acomplejada, sino propia de un país maduro y seguro de sí mismo. Espero que sean una mera anécdota y que nuestra región siga siendo un ejemplo de la España abierta y plural donde el cojondongo es un plato, el Jarramplas, una tradición y Espantaperros, una torre, no las señas de nuestra autoestima.