"¿Cuánto cuestan estos gemelos para la ópera?". En el mercadillo sabatino de Estremoz venden todo tipo de objetos con apariencia de antigüedad. "Estos gemelos son del siglo XVIII y cuestan 120 euros", responde el presunto anticuario. Preguntábamos por comparar. Habíamos comprado unos gemelos idénticos 15 días antes en el rastro de Saint Ouen de París: estaban certificados como de un siglo después (época de Napoleón III), pero eso sí, nos costaron 30 euros más.

Entre los puestos se mueve un caballero con cara avispada y ojo de buen cubero. Se llama Ramón Carreto, nació en Badajoz, vive a caballo entre La Nava de Santiago, de donde eran sus padres, y Madrid. "Me acerco casi todos los sábadoa a Estremoz, pero hay que tener cuidado con lo que te venden. Ahora, hasta fabrican planchas usadas", avisa. Ramón sabe de esto porque atesora en su casa 40 planchas antiguas, 50 chocolateras de cobre, más de 200 almireces, decenas de candelabros, 3.000 llaves, monedas, crucifijos, colchas de punto Richelieu...

Quedamos con Ramón en acercarnos por La Nava de Santiago a conocer su tesoro. Llegamos un viernes soleado y a la entrada del pueblo nos recibe un edificio que es casi tan grande como el resto de la población. Se trata de un antiguo molino y lagar de aceite que ha comprado Ramón. En un ala, edifica viviendas, en la otra, prepara un museo etnográfico donde mostrará su colección de cachivaches, juguetes y cosas anteriores a 1936.

EMIGRANTE Y PINTOR Ramón Carreto dice tener 66 años, aunque ahí se desliza un pecadillo de coquetería (según un catálogo oficial, nació en 1936). Pronto emigró a Madrid a trabajar, pero acabó estudiando pintura en la Escuela de Artes Aplicadas con profesores como el acuarelista Julio Visconti. Se ha dedicado desde joven a pintar unos cuadros impresionistas que gustan mucho, se venden muy bien y le han permitido vivir del arte. Ramón ha expuesto en prácticamente todas las ciudades importantes de España. Ha ganado dinero y se lo ha gastado en coleccionar.

Hemos hablado de sus cachivaches y sus juguetes, pero hemos callado lo de sus muñecas porque ese afán hay que contarlo con más detenimiento. Digamos para empezar que Ramón Carreto tiene más de mil muñecas de porcelana, todas ellas anteriores a 1936. En sus vitrinas se exponen las mejores marcas del mundo: Armand Marseille , Heubach , Mari Lo , Rheinische Gummiund , Hermanos Conde ... Alguna, como el modelo 1.329 de Simon & Halbig , una japonesa de 39 centímetros, vale más de 6.000 euros.

Hasta el cinco de junio, el Museo de la Ciudad de Badajoz Luis de Morales presenta una exposición de sus mejores muñecas. Ramón las ha ido comprando en sus viajes por rastros, casas y mercadillos. En ocasiones, ha realizado periplos por el Cono Sur americano, una zona donde era fácil encontrar colecciones enteras de muñecas de porcelana.

"Cada muñeco tiene su historia. Casi todos son de niños que murieron siendo pequeños. Su madre los guardó y los conservó especialmente. Si no, lo normal es que el niño lo hubiera roto", desvela Ramón los secretos tétricos de su colección. De todas maneras, algunos ejemplares no se encuentran en buen estado y el coleccionista se los lleva a unas monjas contemplativas de Badajoz para que los restauren y los vistan.

"Otros se gastan su dinero en el bingo, yo prefiero comprar antigüedades", confiesa. Asegura que él no ha heredado riqueza de sus padres, que se ha convertido en coleccionista vendiendo sus cuadros. En ese punto se entusiasma y alaba su región: "El norte de Cáceres es para mí la reserva pictórica de España. También son muy interesantes desde el punto de vista de la pintura La Alberca, Las Batuecas, el sur de la provincia de Badajoz y algunas zonas de La Alcarria y Albarracín".

Al hablar de La Alberca, sale a colación Salamanca y su museo del modernismo: la Casa Lys. Ramón quiere dejar claro que él tiene muchísimo más material del que se expone en el museo salmantino, donde existe una fabulosa colección de muñecas. Pero Carreto cree que la suya es mucho mejor.

¿Qué sucederá con el tesoro de Ramón el día que él falte? "Soy viudo y sin hijos. Si lo heredan mis sobrinos, no sé si sabrán valorarlo. Se está viendo la manera de hacer algo en Badajoz. Mi idea es constituir una fundación. Lo que tengo claro es que estas colecciones deben quedarse en Extremadura. A mí, si me llaman de Badajoz o de Cáceres, estupendo, hablamos y yo respondo".