TAthora que Javier Bardem nos ha enseñado que Estados Unidos no es país para viejos, querríamos saber si es país para negros. Las próximas elecciones presidenciales tienen la respuesta. Es seguro que estos comicios marcarán un antes y un después: los estadounidenses van a votar no solo por los colores de un partido sino también por el color de la piel. La de Obama es oscura, muy oscura, y es sabido que el color de la piel, como la sangre, tira mucho, tanto que, ya digo, muchos ciudadanos van a emitir sus votos más con vistas a la pigmentación cutánea que a un programa político.

Los comentaristas políticos, en análisis donde prima la ensoñación por encima de la política, quieren ver en el negro y demócrata Obama la reencarnación del blanco, rubio y también demócrata John Fitzgerald Kennedy , que es algo así como querer ver a Marilyn Monroe resucitada en Halle Berry . Muchos -inconscientemente- se decantarán por el negro/blanco/rubio Obama para reparar la memoria histórica del atentado de Dallas en el 63. Todo sea para poder afirmar que Kennedy, como Elvis Presley , sigue vivito y coleando.

Decía que estas elecciones marcarán un antes y un después y no exageraba. Los demócratas han apostado por dos modelos inéditos: una mujer (Hilary Clinton ) y un negro (Obama), mientras que los republicanos lo han hecho por un cuasi moderado (McCain ), y la moderación en el republicanismo americano, ay, está como el lince ibérico en España: en vías de extinción.

Estados Unidos no es país para viejos, y si Obama no gana las próximas elecciones habrá que pensar que no es país para negros, que no es país para el cambio.