Noa Pothoven, una joven holandesa de 17 años, murió en una cama de hospital en su sala de estar después de que se le concediera el derecho a la eutanasia por las secuelas psicológicas que le dejaron los abusos sexuales que sufrió de niña.

En las redes sociales, tan solo un día antes de su fallecimiento, el domingo pasado, Noa hizo pública su decisión. «Estuve deliberando por un tiempo si debería o no compartir esto, aunque decidí hacerlo de todos modos. Tal vez esto sea una sorpresa para algunos, dado mis publicaciones sobre hospitalización, pero mi plan no es impulsivo. Tras años de luchar y pelear, estoy agotada. He dejado de comer y beber por un tiempo y, después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí dejarme ir porque mi sufrimiento es insoportable».

Con esta despedida, Noa decidió poner punto y final a un amargo sufrimiento que la había acompañado desde que, de muy pequeña, fue violada. Desde entonces, la joven acarreó secuelas que perduraron hasta el día de su muerte, como ansiedad, depresión e incluso anorexia.

A los 16 años, Pothoven publicó una autobiografía, Winnen of leren (Ganar o aprender), en la que relataba que había sufrido abusos sexuales de pequeña, agresiones y violaciones que ocultó por «miedo y vergüenza».

En sus palabras no puso fecha exacta, pero falleció el domingo. La eutanasia es legal en Holanda desde 2002, y a partir de los 12 años pueden pedirla los niños con enfermedades sin curación y padecimientos insufribles. Ellos necesitan el permiso de los padres, pero desde los 16 años deciden por su cuenta.