Acabo de leer en un libro del psiconalista Erich Fromm que "el analista no solo cura al paciente sino que también es curado por él". Esta idea de sanar para ser sanado, de mutar de agente pasivo a agente activo, es bastante atractiva, y lo sería aún más si pudiera ser extrapolable a otros ámbitos, como por ejemplo el de la política. Estoy pensando en los eurodiputados de este descalabrado país que rechazaron hace unos días medidas de ahorro como viajar en clase turista y congelar en 2012 sus sueldos y sus dietas. La vida está hecha de pequeños grandes detalles, y ellos no tuvieron la generosidad de regalarnos uno. Es obvio que el verbo congelar no casa bien con la filosofía de estos eurodiputados que quieren estar calientes aunque se ría la gente. Pero la gente, el ciudadano medio, ese que no puede rechazar enmiendas de austeridad porque vive aplastado bajo su bota, últimamente no tiene demasiados motivos para reír, y menos cuando acude a su mente la figura de políticos como estos.

Lo que se percibe en la vía pública es que a los profesionales de la política, instalados en un fortificado torreón, la crisis no les atañe en lo personal sino a lo sumo en lo profesional . Nuestros dirigentes parecen mirar la crisis no con mirada humanista sino con los anteojos del rédito electoral. La curación de nuestra maltrecha economía se activaría antes si llevara implícita la curación de la economía de quienes nos gobiernan. Estos, mientras tanto, se preguntan incrédulos desde las alturas, como ya hicieran los componentes de la legendaria banda de rock Supertramp en uno de sus discos: Crisis? What Crisis?