En los últimos dos años el periodista estadounidense Dan Hirschhorn ha creado en Twitter al menos cuatro nombres de usuario diferentes, en los que tras la arroba y su nombre de pila ha ido cambiando el nombre del medio para el que trabajaba en cada momento. Durante su periplo laboral Hirschhorn ha ido acumulando seguidores (va por 4.830), y ninguna de sus empresas le ha reclamado nada. Sus seguidores, se asume, son suyos, no de las publicaciones para las que escribe.

Esa asunción, sin embargo, hace aguas ante un caso en EEUU contra otro tuitero, Noah Kravitz. Este californiano, que durante años tuiteó para PhoneDog, una web de noticias, análisis y venta de teléfonos móviles, cambió de empresa en octubre del 2010 y creó un nuevo nombre en Twitter, al que se trasladaron sus 17.000 seguidores. Todo parecía normal hasta que en julio, ocho meses después del cambio de trabajo, PhoneDog le demandó reclamándole 263.000 euros, una cantidad a la que la empresa llega calculando que cada seguidor de Twitter vale 1,93 euros al mes.

El caso es centro de atención de todos los expertos en derecho, empresa y nuevos medios y de muchos internautas. Y es que en la decisión que se tome está en juego no ya la cuenta corriente de Kravitz (al que le han salido un par de miles de seguidores más en los últimos días tras aparecer su caso en The New York Times), sino despejar lagunas legales en un terreno de evolución tan vertiginosa como las redes sociales. ¿De quién son los seguidores de Twitter, del titular de la cuenta o de la empresa para la que trabaja? ¿Se sigue a la persona o a la compañía? ¿Se puede fijar el valor económico de un seguidor?

El caso concreto de Kravitz tiene la particularidad de que PhoneDog alega que su exempleado ha violado secretos comerciales, algo de lo que, de momento, ha convencido a los tribunales. Sin embargo, Kravitz y algunos expertos ven indefendible ese argumento teniendo en cuenta que la lista de seguidores en Twitter es pública. Tampoco lo ven claro los internautas que han lanzado en Facebook una página de apoyo a Kravitz: Los seguidores de redes sociales no son propiedad.