Jesús D. es médico y reside en Barcelona. Adriana L. es fisioterapeuta. Se casaron y vivieron juntos seis años en Manresa. Fruto de su relación nació Judith, que el 28 de septiembre cumple 9 años. Pero un día ese amor se rompió y el matrimonio decidió separarse. Casi fue de mutuo acuerdo. En casi todo hubo acuerdo, menos en lo relacionado con la niña. "Hemos arreglado todo menos lo de nuestra hija. No ha sido posible dialogar respecto a este asunto. La idea de la madre es: ´La niña es mía y tú no eres su padre´. Y eso no puede ser", dijo ayer a EL PERIODICO Jesús.

Al principio de la separación no había problemas. Jesús veía a su hija cada 15 días. Pero la situación se enrareció. "La madre le inculcaba miedo hacia mí. Por ejemplo, una vez fuimos en funicular a Montserrat. Cuando llegó a casa, su madre le dijo: ´¡Te podía haber matado!´. Judith tuvo la sensación de que la había puesto en peligro", relata. "La madre lo tergiversaba todo. El mensaje era constante", explica Jesús. "Judith cada vez me rechazaba más y más, y la madre seguía poniéndola en mi contra. Me llegó a tener un odio increíble. Dejó de llamarme papá y pasó a llamarme Jesús", recuerda con amargura. "Mi exmujer me decía que no quería verme y cerraba la puerta de casa".

La madre tiene tiempo hasta el lunes para entregar a la niña a los abuelos paternos. Jesús, representado por el abogado Leopold Corbella, no ve a su hija hace varios años. "La única protección que tenía mi hija era la justicia. Por desgracia, no había otra solución. Es como si estuviera en una secta. Recibía la influencia negativa de su madre", confiesa.