La primera noticia de que había restos antiguos bajo las tierras de Usme tuvo lugar a comienzos del 2007, cuando un operario torpe hizo pedazos varios esqueletos con la pala de su excavadora. Los terrenos de la antigua hacienda El Carmen, en el sur de Bogotá, habían sido destinados a la construcción de vivienda social, y el hallazgo obligó a parar las obras para investigar qué había exactamente en el lugar. Un equipo de antropólogos colombianos se hizo cargo, y un año más tarde se sabe que El Carmen oculta un tesoro arqueológico sorprendente: un camposanto con más de 1.000 tumbas de la época prehispánica. Algunas tienen más de 2.000 años de antigüedad.

"Se trata de un sitio arqueológico de grandes proporciones --declaró el responsable de la excavación, José Virgilio Becerra, director del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional--. Se extiende sobre varias hectáreas y cubre desde los primeros siglos de nuestra era hasta la llegada de los españoles", precisó.

El hallazgo confirma que la vasta meseta donde los conquistadores fundaron la que sería a la postre la capital de Colombia estuvo poblada desde la época de la civilización Herrera, en el siglo II, y que de algún modo hubo continuidad entre los asentamientos de este pueblo antiguo y la civilización Muisca, cuyos miembros vivieron en este territorio desde el siglo V hasta la llegada de los españoles. Así como es posible leer la evolución de la Tierra a través de las capas geológicas, el cementerio de la vieja hacienda, organizado por estratos, permite saber cuáles fueron los pueblos que, uno tras otro, se instalaron en esta zona.

CHAMAN MEDITADOR "En este entorno hay restos que hablan de la historia prehispánica de Colombia sobre un periodo de más de 1.000 años", explica Becerra. De momento han sido hallados 39 esqueletos, algunos en perfecto estado de conservación, además de herramientas y objetos de barro, sobre todo vasijas y joyas. Algunos esqueletos han aparecido en posiciones que sugieren que fueron enterrados vivos durante un ceremonial, y todo apunta a que entre los muertos figura incluso un chamán: sus huesos hablan de una enfermedad, la osteomalacia, producida por la falta de sol, justamente lo que los sabios curanderos no veían durante meses cuando se encerraban en sus cuevas a reflexionar.

La vivienda social, por supuesto, se ha ido al traste, pese a lo cual ya se está hablando de levantar un museo.