"Nos sentimos como si fuéramos tontos". Ramon Alsina no oculta su frustración cada vez que se acerca a la casa donde ha transcurrido toda su vida y, desde el jardín, comprueba cómo se cae a pedazos día a día, sin que nadie lo remedie y sin que él ni siquiera pueda entrar. Hace ya más de tres años que la grúa de la obra de enfrente, de 30 metros de longitud, cayó accidentalmente sobre el tejado de la casa. Desde entonces, la vivienda permanece en estado de ruina, el caso está encallado en los juzgados y ninguna aseguradora ha querido hacerse cargo del coste del derribo y de la reconstrucción del edificio. Ni siquiera un perito judicial ha visitado el lugar para llevar a cabo una valoración de los hechos. "Parece que tengamos la culpa de que nos haya caído la grúa encima. Estoy desengañada. No hay justicia", lamenta la esposa, Salut Casas.

Tanto ella como su marido estaban dentro la vivienda cuando el tejado se vino abajo y se salvaron "de milagro". Salut, en el baño, arreglándose para salir a la calle, y Ramon, sentado en el comedor. A pesar de que media casa les cayó encima, únicamente Salut sufrió algunos rasguños en la pierna. "Oí un estallido como si fuera una bomba y, de repente, vi el cielo desde el lavabo", recuerda la mujer, que precisó siete meses de tratamiento psicológico después del accidente. Ahora, cada vez están más escépticos.