Tras casi tres decenios, ayer volvían a lidiarse en Badajoz los toros de Luis Albarrán González. Hombre bueno y ganadero ejemplar, murió el pasado diciembre y entró en la leyenda de los grandes criadores de bravo de nuestra tierra. Fue fiel siempre al encaste Murube y el saber que iba a lidiar en Badajoz fue quizá la última alegría que recibió en vida. En ese retorno, dos toros honraron su memoria. A fe que sí.

El toro de Murube, erróneamente, ha ido desapareciendo de las corridas de lidia a pie para estar recluido en las corridas de rejones. De él procede el toro de hoy, el que hizo posible que la lidia terminara por ser arte. Es un toro inconfundible en lo morfológico: grande de caja, no muy aparatoso de cuerna, de cabeza acarnerada y chato de hocico. Tiene una característica única y es su galope de infinita calidad. Es un animal que suele definirse pronto, como los dos primeros toros que ayer saltaron al ruedo.

Abrió plaza Garavito, que sólo dio en la báscula 492 kilos pero que tenía buen trapío: enseñaba las puntas. Era algo más amplio de sienes de lo normal en esta ganadería pero, sobre todo, era muy armónico. Ya de salida se vio que no iba a fallar cuando tomó el capote de Javier Solís a cámara lenta, y a cámara lenta, meciéndose con él, sintiéndose, lo toreó Javier.

Aquello fue un homenaje al lance fundamental del toreo de capote: a la verónica. Ganándole terreno, remató en los medios unos lances de gran belleza. Después, la faena, tuvo la virtud de ir a más tras unas primeras series de acople, cuando Solís daba sitio al toro, que se le venía y se desplazaba con un tranco de más.

Se gustaba el torero ante el toro soñado y alternó series por ambos pitones de gran calado, con bonitos de talles en los remates, todo con mucha despaciosidad y acople. Mató muy bien el de Badajoz y la consecuencia fueron dos orejas de mucho peso. El otro toro de la corrida fue el segundo, también astiblanco como el anterior. También en el capote de Israel Lancho metía bien la cara, especialmente cuando acudía franco en el quite por gaoneras.

Brindó Israel a su padre recientemente fallecido y en la faena el animal contó su gran clase. Embestía por abajo y las dos primeras tandas con la diestra tuvieron entidad, aunque bajó algo la cosa cuando hubo un desarme al torear al natural.

Mas rápidamente el trasteo subió nuevamente de tono, sobre todo cuando Lancho acortó distancias, pues el astado, también en ese terreno, no desmerecía en absoluto. Las dos orejas homenajeaban a toro y torero.

El resto de la corrida desmereció bastante. El lote de Julio Parejo no fue bueno, entrando en él un sobrero que en el último tercio iba y venía sin colocar la cabeza. Estuvo firme y animoso este diestro de reciente alternativa pero que ha toreado muy poco, Pinchó reiteradamente con la espada y fue silenciado.

El segundo de Parejo, que fue el quinto pues Lancho tuvo que matar tres toros por cogida de Javier Solís, fue también un animal muy desclasado aunque Julio Parejo le arrancó la oreja tras hacer el esfuerzo de querer llevar, y conseguirlo en distintas fases de la faena, una embestida muy desigual: el toro tomaba una vez medio regular la muleta, y seguidamente protestaba. Premio a las ganas y a la firmeza.

Los otros dos toros de Lancho fue muy desrazados, casi imposibles. El cuarto, que cogió a Javier Solís, en cuanto lo sometió se rajó con descaro, por lo que sólo pudo machetear y montar la espada. Y el sexto fue un clon.

El punto negro fue la cogida de Solís cuando recibió a su segundo con una larga cambiada de rodillas en la que lanzó el capote antes de tiempo. Fue operado en la enfermería de una herida en el hombro y trasladado a una clínica de Badajoz. Su pronóstico no era grave.