Pocas veces un estereotipo se ha cumpido con tanta rotundidad. Efectivamente, por si alguien lo dudaba aún: Almería es tierra de desierto, de mujeres con pañuelo y de invernaderos. Kilómetros y kilómetros de suelos esteparios entre los que se intercalan inmensas extensiones de parcelas cubiertas de grandes estructuras de plástico. Almería cumple los tópicos. También es --al menos ayer ciertamente lo parecía-- un mar rabiosamente azul, calles rebosantes de música y sílbidos y un continuo, casi extenuante, trasiego de gentes en las plazas, a la puerta de bares y casas y en los arcenes de las carreteras. Un rincón de mundo peculiar.

A esa tierra singular, concretamente a Palomares (núcleo agregado de Cuevas del Almanzora, de apenas 1.800 habitantes), llegaron ayer unos americanos --científicos de primera línea para más datos-- que, acompañados por una decena de españoles, del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat), iban a mirar cómo se puede eliminar la contaminación radiológica que afecta al lugar desde hace ya 45 años, cuando cayeron cuatro bombas atómicas estadounidenses, dos de las cuales liberaron buena parte de su carga radiactiva. Esos especialistas, que hasta no hace demasiados años aseguraban que en Palomares no pasaba nada, se comprometieron ayer a "rehabilitar la zona", dijo el director del Ciemat, Gregorio López.

CON LUZ Y TAQUIGRAFOS No se fijaron plazos, ni se habló de presupuesto, ni se sabe tampoco dónde se trasladará el residuo final, la parte de las tierras contaminadas que ya no se puedan recuperar. Eso sí, Jeffrey Galvin, portavoz de la Embajada de Estados Unidos en Madrid, hizo público --esta vez, a diferencia de las anteriores, con luz y taquígrafos-- el "compromiso" de su país "de seguir colaborando con España hasta llegar a una solución aceptable". El objetivo es, como reclaman el ayuntamiento y los ecologistas, que se limpien las 41 hectáreas por las que se ha expandido el plutonio que despidieron las bombas y que, con el paso de los años, se está transformando en americio, un elemento igual de radiactivo y más volátil.

De no haber ido más allá, el viaje de la delegación americana podía haber quedado en un mero guión berlanguiano, al estilo Míster Marshall. La visita, explicó Galvin, permitió conocer la situación actual de los terrenos y abundar en el plan de limpieza diseñado por el Ciemat, que prevé despresurizar los 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada, para pasarla después por diferentes tamices. Tras el proceso, explicaron fuentes conocedoras de la propuesta, el volumen de material radiactivo se reduciría a unos 6.000 metros cúbicos, o lo que es lo mismo, 2,1 piscinas de dimensiones olímpicas.

¿Y qué pasará con ese residuo final, que será altamente tóxico? Galvin admitió que Estados Unidos cuenta con "lugares adecuados" para almacenar este tipo de materiales, en función del nivel de contaminación. En España, no existe ninguna instalación equivalente, insiste el Gobierno. En cualquier caso, cualquier posible traslado de tierra debe ser decidido "gobierno a gobierno", aclaró el portavoz de la Embajada de EEUU, que no mencionó ningún lugar concreto en su país --aunque hay quien apunta al desierto de Nevada--.

CAUTELA EN ESPAÑA Mientras espera a ver si Estados Unidos ayuda a pagar los 25 de millones que valdría la descontaminación, el director del Ciemat optó por la cautela. Advirtió de que la rehabilitación de los terrenos exige un "proceso largo" e insistió en que el destino de los residuos o el plazo de ejecución de la limpieza penden de "decisiones políticas". Aseguró también que no existe riesgo para la salud, ya que las zonas en las que hay "contaminación residual" bajo tierra, dijo, están "protegidas y valladas". "Solo podría haberlo si se mueve el suelo y la contaminación pasara al aire", precisó.

A pocos pasos de una de esas teóricas vallas de seguridad --en realidad, poco más que un hilo de alambre con púas--, Igor Parra, dirigente de Ecologistas en Acción en Andalucía, duda del mensaje de tranquilidad de Gregorio López. "No es del todo cierto que la contaminación sea subterránea", insiste. El mapa radiológico elaborado hace año y medio por el propio Ciemat señala "puntos calientes en superficie", afirma.