TEtn todos los órdenes de la vida y profesiones hay niveles. En la mayoría de los casos, y suponiendo que todos realicemos el mismo esfuerzo, cada uno está situado en el escalón que su capacidad le permite. Mismo esfuerzo, distinto peldaño. Muchas veces he pensado en ello al ver el duro pedaleo en las carreras ciclistas. Uno alcanza la meta, el primero porque es el más capacitado, pero son muchos de los que nunca sabemos en qué puesto llegaron. No conocemos quién fue el último, ese hombre que recorrió los mismos km que el primero, que subió los mismos puertos y que además, muy posiblemente, hizo de aguador para sus compañeros. No está capacitado para el triunfo pero realiza, cuando menos, el mismo esfuerzo que el ganador. Volví a pensar en esto cuando oí esta semana al presidente del club de fútbol de Santa Marta. Explicaba los problemas que tenían para atender la petición de la Unión Deportiva Badajoz que, por cuestiones, debía disputar el partido en la tarde-noche del sábado. A las cinco habían propuesto los pacenses pero claro, el de Santa Marta explicaba que era imposible, que la mayoría de sus jugadores viven de las labores del campo, que ahora estamos en tiempo de aceituna y que los sábados sueltan a las tres de la tarde después de siete horas subidos en las escaleras para recoger el fruto. Tenían que comer y, lógicamente, descansar.

¡Qué distinta vida a la de las grandes estrellas! --No son profesionales, oigo decir a mi otro yo que quiere darme la réplica. --Es cierto, pero hacen el mismo esfuerzo y están más cansados. --No tienen la misma capacidad, vuelvo a contra argumentarme. --Cierto es también y es así mismo injusto el reparto de capacidades. Todos subimos el Tourmalet y todos corremos, durante el partido de nuestra vida, como locos por el campo.

Dejo de escribir. No quiero oír más a mi yo replicante.