Los alumnos de 5º B del colegio Octavio Augusto de Mérida tomaron ayer una clase diferente. No era ni de matemáticas ni de lengua ni de inglés, sino de arqueología, que es una materia que no se estudia en los colegios, ni siquiera cuando se vive en una ciudad que le debe mucho a esta ciencia que estudia los vestigios de nuestros antepasados, y que en el caso de la capital extremeña, esto supone su mejor exponente de pasado, de futuro y de presente.

El ayuntamiento, coincidiendo con la celebración del primer centenario del inicio de las excavaciones que sacaron a la luz los principales tesoros arqueológicos de Mérida, como son el Teatro y el Anfiteatro romanos, ha puesto en marcha un proyecto desarrollado por Atakama Producciones titulado ´Descubriendo el patrimonio´, que pretende acercar a los más jóvenes al mundo de la arqueología, y lo hace utilizando métodos interactivos.

Para ello, esta compañía ha creado un personaje, llamado Arqueologito, que representa un bebé investigador que ayuda a los chicos a descubrir un yacimiento, el que se encuentra debajo del Centro Cultural Alcazaba. A partir de esta semana, todos los jueves y viernes hasta que concluya el mes de marzo los alumnos de los colegios inscritos en la iniciativa visitarán el enorme aula que supone el citado espacio, para conocer más de cerca el oficio del arqueólogo y al mismo tiempo aprender a valorar más los monumentos de su ciudad y también todos aquellos que visiten desde ese momento.

Con la ayuda de una guía, los chicos llegan al yacimiento dispuestos a aprender siguiendo las directrices de un arqueólogo y de su ayudante. Primero observar un punto determinado de los restos que allí pueden visitarse, como los mosaicos, unas termas o una fuente. Los alumnos colorean en la guía las partes de estos lugares que aún se conservan. Así, cuanto más color ponen, mejor conservado está el objeto. "Tenemos que ver más allá de los que ven nuestros ojos", les indica el arqueólogo, para poder comprender qué había en ese lugar hace 2.000 años.

Una vez instruidos sobre la creación de un mosaico, el calentamiento del agua de las termas o cómo funcionaban las fuentes, los alumnos se reúnen en un lugar alejado del yacimiento para pensar sobre lo que han visto, y sacar sus propias conclusiones.

Después de esta fase, que dura unos 45 minutos, y en la que se aprenden los principios más básicos de la arqueología, como que lo más antiguo está siempre debajo de lo más reciente, los niños realizan su propia excavación. Para ello, en una sala del centro toman un pincel y un punzón y trabajan sobre un pedazo de arcilla en busca de un objeto, siempre siguiendo las instrucciones del arqueólogo.