THtay años en los que abril remolonea y no hace caso del calendario. Lo sé porque, desobediente y altivo, se anticipa a su fecha y, después, sigue estando. Perezoso, se apoltrona en mis sueños cuando los días ya no le pertenecen y las noches son tan sólo oscuridad y grillos. Hay años, éste, en los que atosiga mi corazón e insiste en seguir siendo, incluso cuando ya nada es abril, ni siquiera la luz, ni los silencios. Se refugia en mis manos. Y yo, conociendo este rito de melancolía que me vence, que es más que yo, que sabe de la ausencia más que nadie, que me acobarda más que el sentimiento, soy incapaz de no oficiarlo. Me arrastra su ternura y el dolor la alimenta y la hace fuerte. Y vengo a convencerme de que abril es mucho más que un mes, porque los días se alargan, se enmascaran de luz, se retuercen hasta empezar a ser los mismos que ya han sido, siendo otros. Y es un volver continuo la vida, que se encuentra a sí misma en un recodo y no se reconoce si no es en ese atisbo de nostalgia que siempre tiene abril en la mirada.

Anda mayo instalado y yo sigo despertándome con abril en los ojos. Y sé que seguirá ahí hasta que un día, sin dar explicaciones, de la misma manera que se quedó, se vaya. También sé que es inútil tratar de luchar contra sus caprichos. El está y no según quiere. Y yo, con protestas falsas, me recuesto en sus antojos. Quizás porque me acompaña. Quizás porque su dolor tenga la dulzura de la vida. Quizás porque el otoño se confunda y noviembre no sea más que un abril tardío. Me moriré en abril con aguacero . jabuizaunex.es