TAt veces pienso que ciertos representantes de la Iglesia católica se olvidan de que hay muchas personas que no sólo escuchan sus mensajes, sino que incluso pueden rebatirlos. Y todavía no están acostumbrados. Todavía creen que pueden lanzar desde el púlpito las barbaridades más alucinantes, y que los demás nos quedaremos quietecitos y callados en el banco, esperando la siguiente. Si no es así ¿cómo se explica que alguien pueda equiparar la pederastia a la homosexualidad? ¿O decir que algunos menores provocan a los adultos si éstos se descuidan? ¿O que no seguir el modelo de la familia católica puede acabar con la democracia?

Pero lo peor de todo no es que algunos se permitan a sí mismos la licencia de mostrar su lado más integrista y fanático, lo peor es que no haya superiores que les enmienden la plana, ni destituciones, ni desmentidos, ni cordura. ¡Sí, cordura! Porque esto parece de locos. ¿O sea que las leyes dictadas por los representantes elegidos democráticamente acabarán con la democracia? ¿Que un gobierno democrático propone leyes que van contra los Derechos Humanos? ¿Que los hijos de padres separados son diferentes a los de quienes mantienen el "hasta que la muerte nos separe", aunque sea a base de infelicidad?

¿Es que nunca han visto familias monoparentales desarrollándose plenamente; compartiendo tanto cariño como las que ellos pretenden imponer como única alternativa?

Y que conste que no estoy en contra de que se manifiesten ni de que se expresen. Pero sí de que insulten la inteligencia de los que no pensamos como ellos. ¡Ya basta!