Ddesde ayer Extremadura tiene una nueva plaza de toros. Entrerríos, una entidad menor dependiente de Villanueva de la Serena inauguró su plaza de toros. No está terminada pues faltan los tendidos, por lo que se montaron para la ocasión los de una plaza portátil, pero la plaza promete ser un coso muy bonito cuando esté concluida. Enhorabuena a esa localidad.

Para la historia hay que decir que el primer toro que se lidió se llamaba Temerario y era un bonito castaño de la ganadería de Torregrande, bajito y muy reunido, que tuvo nobleza pero también las fuerzas justas.

El aragonés Alberto Alvarez lo toreo a la verónica e inició el trasteo con pases cambiados por la espalda. Fue un astado al que faltó trasmisión aunque era pronto y repetía. El diestro lo llevó en redondo por ambos pitones con diversos pasajes de toreo de mano baja hasta que comenzó a protestar el animal. A partir de entonces hubo más pases que toreo pero como la tarde estaba de orejas, paseó las dos primeras.

En el cuarto comenzó un diluvió que se extendería ya casi hasta el final del festejo. Fue un toro al que había que llevar muy tapado porque se enteraba. Hubo desigualdades en la faena del aragonés con voltereta incluida y el premio quedó en palmas.

Miguelín Murillo ofreció una buena dimensión como torero maduro que hace fácil el toreo. Sorteó un primer astado que fue el más feo de la corrida, montado por delante pero al que recibió con dos largas afaroladas para seguir a la verónica. Cuajó un buen tercio de banderillas y se mostró por encima de un toro que no acabó de seguir la muleta por abajo. Paseó dos orejas.

En la lidia del buen quinto se puso imposible el ruedo. Le cantaron, como habían hecho antes en el segundo, Antonio de la María y José Dávila, cuando el cante, que comparte compás y sensibilidad con el toreo, engrandecía lo que hacía Miguelín, que era llevar al toro por abajo y ligar las tandas en redondo.

Fue ese un astado de muy buena condición aunque, cuando se sintió podido, se quiso salir suelto de las suertes, lo que no permitía un torero en sazón. Se le dio una vuelta al ruedo exagerada y el emeritense paseó los máximos trofeos.

Jairo Miguel se llevó el mejor lote, Entró en él un tercero de mucha clase, como la que tuvo el sexto, quizá el mejor de este buen encierro.

Se vio a un Jairo Miguel muy a más con algo que da cuenta de una perceptible mejoría en algo esencial: llevar a los toros largos por abajo y dejarles la muleta en la cara para ligar. Con esos fundamentos llevó a cabo una buena faena al primero, con tandas en redondo, especialmente por el pitón derecho, que es por donde al cacereño gusta más torear.

Paseó dos orejas de ese burel, que no pudo completar ante el sexto en un ruedo ya impracticable. Hizo gala de su facilidad para conectar con los tendidos en una faena de largo metraje, con los mismos fundamentos y con petición de indulto incluida, que hubiera sido exagerada y que el presidente no dio. Pero falló con la espada.