Cuanto ha venido diciendo el papa Francisco en estos primeros meses de pontificado, puesto negro sobre blanco, a modo de hoja de ruta de la profunda renovación de la Iglesia católica que se propone acometer. Eso es Evangelii Gaudium (El gozo del Evangelio) , una exhortación apostólica --un texto menor que una encíclica-- en la que usa un lenguaje casi impetuoso, claro, no clerical ni profesoral.

En 142 páginas, presenta las claves que pueblan habitualmente su discurso: no hay novedades doctrinales ("no debe esperarse que la Iglesia cambie de postura" sobre el aborto; "el sacerdocio masculino no está en discusión"), pero sí apuestas por una reforma radical de la institución y sus prioridades y un vigoroso compromiso con la justicia social y los excluidos. "La pobreza no puede esperar", afirma el Papa, para quien "la economía mata porque es injusta en sus raíces" y "crea nuevos esclavos".

Bergoglio quiere una Iglesia "prudente y audaz a la vez". Misionera, misericordiosa y transformada de arriba abajo: "Ya que estoy llamado a vivir cuanto pido a los demás, debo también pensar en una conversión del papado", escribe. Invita también a los teólogos a estudiar mejor el papel de la mujer en la Iglesia, dando a entender que, sin acceder al sacerdocio, podría ejercer responsabilidades de las que hoy está excluida.

Sobre el aborto, si bien "no está sujeto a supuestas reformas o modernizaciones", admite que la Iglesia ha hecho "poco" para acompañar a las mujeres "en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución para sus angustias".