A Bertone no hay quien lo aguante". Dos sacerdotes con sotana están comprando unos diarios junto a la plaza de san Pedro y no reparan en los aparentes turistas que, a su lado, hablan otro idioma. Se alejan echando pestes de Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, el primer ministro del Papa.

A los cuatro años de la elección de Joseph Ratzinger, entre los 2.478 empleados del gobierno central de la Iglesia católica (la curia) cunde el malestar. Algunos han escrito cartas, lamentando que cobran el sueldo "sin hacer nada". Otros pasan largas horas leyendo la prensa.

"En los últimos cuatro meses, el Papa se ha corregido públicamente seis veces", reconoce un alto cargo de uno de los nueve ministerios vaticanos. "La ruina del gobierno es Bertone", opina un cardenal jubilado, que en el pasado mandó mucho. El secretario de Estado viaja continuamente, presenta libros, pronuncia conferencias, participa en simposios. O sea, trabaja, pero no está en su despacho. "Con Juan Pablo II sacábamos un alud de documentos, reglamentos y decretos, que ocupaban meses de trabajo. Ahora, nada", apunta otro eclesiástico. El monstruo burocrático se siente marginado, pero no quiere dar la cara: frases anónimas y camarillas lejos de los despachos.

LOS NUNCIOS Parece como si Benedicto XVI se hubiese desentendido de la labor de gran parte de la curia, reservando su atención a los ministerios más importantes y a los obispos del mundo. El Papa recibe a diario a Bertone y una vez por semana a tres o cuatro de sus ministros. A los demás, ocasionalmente. A los nuncios (embajadores) "ya no los recibe anualmente" como antes.

"El Papa dedica tiempo y cuidado a las visitas colectivas periódicas de los obispos de una nación, eso sí", aclaran las mismas voces. Algunos ministros lamentan que "los obispos ya recurren a la curia solo para lo indispensable". Un dato que debe de satisfacer a quienes piensan que el Papa debe mandar con los obispos y no con la curia. "Ratzinger puentea a la curia, pero, ¿a favor de quién?", se interrogan. "Si fuera por un gobierno colegial con los obispos, bien, pero gobierna solo", explica un eclesiástico que pasa por progresista.

Los obispados alemanes y suizos han protestado y han pedido la cabeza del cardenal Bertone. Mientras, Attilio Nicora, presidente de APSA, una especie de ministerio de Economía, va diciendo que en la curia sobran el 40% de los puestos. Tal vez la institución milenaria esté frente a un cambio radical.