Resulta irónico que la ultramoderna compañía que amenaza con dejar obsoleto el papel tenga que recurrir a este añejo material para llevar a cabo uno de sus proyectos más ambiciosos, pero eso es justo lo que ahora hace Google a lo largo de casi todo el planeta, desde Canadá hasta Dinamarca, pasando por Samoa y España. Hace un par de semanas, por ejemplo, pudo verse un singular anuncio en las páginas del diario Abc . Era de Google y anunciaba a todos los autores y editores españoles que, a través de su rama Google Book Search, pretendía poner a disposición del público, en formato digital y por el momento solo en EEUU, sus libros, todos sus libros, y que a menos que dijeran que no, lo iba a hacer. Pero antes, la comunidad literaria mundial debería darse por enterada. Y aún, a pesar de las nuevas tecnologías, no hay nada mejor que el papel para una comunicación a una escala tan colosal como esta.

Hace cuatro años, Google comenzó a digitalizar libros de bibliotecas universitarias y la fricción con los dueños de los derechos de autor no tardó en llegar. A finales del 2005, fue demandada por autores y editores norteamericanos, en un conflicto que se alargó hasta el pasado octubre, cuando ambas partes llegaron a un acuerdo, que aún tiene que ser ratificado en los tribunales en junio, en el que la empresa debía abonar cerca de 100 millones de euros para crear el siguiente sistema: el usuario de Google Book Search pagará por acceder a un libro que no sea de dominio público y la suma se repartirá entre la empresa y el propietario del derecho de autor, que también cobrará por la digitalización inicial. Este puede negarse, claro.