TOROS: Hernández-Garcigrande

TOREROS: Jesulín de Ubrique (silencio, dos avisos y ovación), Finito de Córdoba (ovación y silencio), Rivera Ordóñez (tres orejas)

PLAZA: Monumental

En la reaparición de Jesulín de Ubrique en Barcelona, donde no toreaba desde hace seis años, el triunfador fue Francisco Rivera Ordóñez y la brava corrida de Domingo Hernández-Garcigrande, de Salamanca. El encierro tuvo movilidad, derribó a los montados y excepto segundo y quinto, transmitieron emoción.

Aquel Jesulín fabricante de bragas de algodón en Aranjuez, estrella de las televisiones y de la canción, alocado matador sex-simbol ídolo de las nenas, pertenece al pasado. Sólo la voz de una púber canéfora llamándole "¡guapo!", le regaló los oídos.

Hubo media entrada en la plaza y naturalmente algunas espectadoras fueron a verle como una señora del tendido 1 que preguntó: "¿De qué granja son los toros?".

JESULIN, DESAPERCIBIDO

Jesulín ha superado un gravísimo accidente de automóvil --de lo que nos alegramos-- y es, además, el protagonista del culebrón Ambiciones con personajes de toda laya sobradamente conocidos en este país. El espada toreó con fría técnica y despegado a su primero, ciñéndose en los redondos finales. El cuarto fue un toro de bandera de tranco alegre y larga embestida que pedía ser lidiado en los medios, pero Jesulín le rebajó la embestida citándole en el tercio desaprovechando una res para armar el lío. Solamente estuvo correcto con las telas, pero sin la entrega de otros tiempos. Hay que decir que estoqueó con decisión a su lote. Cinco descabellos propiciaron dos avisos en el que rompió plaza.

Finito de Córdoba se enfrentó a un toro noble, sin demasiada fuerza y pudo aplicar su reconocida estética sin llegar a profundizar. Unos redondos espatarrados fueron lo mejor, sin poder ocultar ciertos atisbos de miedo. El quinto rompió la barrera y decolgó el estribo de la puerta de arrastre. Muy castigado por los piqueros --el titular y el reserva-- llegó descompuesto al último tercio. Finito alivió con chicotazos y, como en el anterior, marró con los aceros.

CORRIDA EN ALZA

Con el lote más fiero, Rivera Ordoñéz, que lucía luto por el fallecimiento de su tío-abuelo, estuvo tan entregado como un novillero sin ponedor en el mes de agosto. Levantó la corrida, mostró el riesgo de la lidia, aguantó los pitones del tercero en la pechera y exhibió toda la ancestral belleza de la lucha solar entre el hombre y el bicorne mediterráneo que no necesariamente debe ser un tratado de estética.

No contento con las dos orejas que le abrían la puerta grande de Barcelona, recibió al sexto con una larga cambiada. La res salió de naja y, en los medios lo volvió a recoger con otra larga espeluznante y, encima, le embebió en una tanda de verónicas con el garcigrande en crudo. Brindó la muerte al público, y quizá pensando en Pepe Dominguín, cuajó en el platillo de la plaza un trasteo emocionante dándole todas las ventajas a la res.

Preciosos pases de la firma, naturales y de pecho. Tan magna faena la remató de media contraria y descabello. Salió a hombros.