La preocupación por el medioambiente ha despertado en la sociedad española. Miles de personas se manifestaron ayer en Madrid para pedir a los países que se reúnen en la Cumbre por el Clima COP25 que den pasos definitivos para reducir las emisiones contaminantes y empiecen a marcarse metas más ambiciosas para mitigar el cambio climático. Según los organizadores, secundaron la protesta 500.000 personas, lo que convertiría a la protesta entre las más numerosas de las celebradas en el mundo contra la emergencia climática. No obstante, la Delegación del Gobierno rebajó los asistentes a 15.000, una cifra muy baja que podría explicarse porque la manifestación tuvo un recorrido muy amplio y difícil de contabilizar. Desde Zaragoza, el colectivo Alianza aragonesa contra el Cambio Climático se fletó un autobús con 75 personas.

En cualquier caso, la gran protagonista de la marcha fue Greta Thunberg, que llegó por la mañana a Madrid en un tren nocturno desde Lisboa, visitó la cumbre en el recinto ferial de la capital, ofreció una rueda de prensa y desde allí intentó incorporarse a la protesta. Si bien, no pudo dada la expectación generada a su alrededor.

De hecho, la cabecera de la manifestación comenzó a andar puntualmente a las seis de la tarde. Los organizadores, las plataformas Fridays For Future, Alianza por el Clima, Alianza por la Emergencia Climática, entre otras, quisieron dejar el protagonismo a los colectivos indígenas, al no haber podido celebrarse la cumbre en Chile, dadas las revueltas que sufre el país. Por detrás de ellos estaba colocada la cabecera de los jóvenes de Fridays, que estuvo esperando más de media hora la llegada de Greta. Se abrió un pasillo para que la activista sueca se incorporara pero no pudo ser. Había demasiada gente y periodistas esperando su llegada. Por recomendación de las fuerzas de seguridad, la joven ecologista, después de recorrer unos metros cerca de la manifestación, se subió a un coche eléctrico y se dirigió al final de la marcha, en Nuevos Ministerios.

Pero era tal la masificación en torno a este punto que la marcha se rompió en dos durante bastante tiempo. Al principio iban las cabeceras de los indígenas y algunas de la sociedad civil y bastante por detrás, la de los jóvenes, seguida de decenas de colectivos. En las primeras manifestaciones por el clima, alentadas por Greta, el público era básicamente joven. Pero en esta ocasión había gente de todas las edades.

APENAS POLÍTICOS / La marcha terminó en Nuevos Ministerios, en frente del Ministerio de Transición Ecológica. La ministra del ramo, Teresa Ribera, consideró que la protesta «lanza un mensaje de denuncia muy simple», que hay que «hacer más» y el mundo no puede permitirse «más décadas perdidas, más años perdidos, más semanas perdidas». Si bien, no acudió a la marcha, que apenas contó con presencia política, salvo Íñigo Errejón y el que fuera líder de Equo, el diputado de Podemos Juantxo López de Uralde.

En el escenario, el actor Javier Bardem, encargado de la clausura, fue muy crítico con los gobernantes, especialmente con Donald Trump, por abandonar el Acuerdo de París, y con José Luis Martínez-Almeida, por revertir Madrid Central. «Solo hay tres palabras que pueden frenar el impacto: urgencia, ambición y reducción», manifestó, tras explicar que el planeta se ha calentado ya por encima de un grado, respecto a los niveles preindustriales, y con los compromisos actuales de los países se calentará tres grados.

Tras él, Thunberg siguió la misma línea: «Los líderes nos están traicionando y no vamos a dejar que se salgan con la suya, decimos basta ya. El cambio viene, os guste o no», aseguró en un breve discurso, que comenzó en español. Por tanto, todas las miradas están puestas en la COP25, a la espera de que las grandes economías, sobre todo las más contaminantes, no sólo hagan realidad sus compromisos de reducción de emisiones sino que empiecen a marcarse metas más ambiciosas.