TSte pueden distinguir dos tipos de hombres: aquellos que se lavan las manos antes de hacer pis y aquellos que se las lavan después. Los primeros son los egoístas para quienes lo importante es no contaminarse ellos. Los segundos son los generosos: les preocupa sobre todo no contaminar a los demás y ofrecerles una amistad limpia y enjabonada. Quienes se lavan antes suelen ser hipocondríacos, escrupulosos y maniáticos. Quienes lo dejan para el postpís, pasan por higiénicos y bien educados. La otra noche fui al teatro y el lavabo de caballeros estaba atestado. Dos terceras partes de los usuarios se lavaban las manos tras la evacuación y el resto salía del urinario sin enjabonar ni enjuagar lo que había tocado parte non sancta . Una vez en el ambigú, unos y otros estrechaban manos y acariciaban a esposas y amantes.

Hubo algún aprensivo que, percatándose de que el saludador había venido directamente de las letrinas, se frotaba melindroso la mano estrechada contra su jersey, como queriendo eliminar los restos moleculares de lo recóndito. Reparé en un caballero que compuso un irreprimible gesto de asco al notar cierta humedad en el saludo. Y es que no resulta fácil casar las aguas menores con la urbanidad. A veces no hay toallas de papel o hay cola ante el secador y te ves en un apuro. Me sucedió una vez en el Auditorio de Cáceres. Salí de los lavabos con la mano empapada, me encontré con Jesús Amigo, director de la Orquesta de Extremadura, me extendió su mano, no me quedó más remedio que darle la mía e hice el ridículo al excusarme: "Es agua".